El año de R9

Me acuerdo como si fuese ayer. Ronaldo, orondo y fuera de forma, debutaba ante el Alavés. El Bernabéu estaba en plan profesor de Derecho, con cara de examinador intransigente y desconfiado. Ronie ni se inmutaba. Del Bosque le ordenó calentar tras el descanso y saltó al campo como si fuese un búfalo. "Cuando irrumpe en el área es como si atacase una manada", que diría Valdano. Y así fue. Primer balón que le llega, lo para con el escudo del Real Madrid (detalle en el que nadie reparó) y voleón mágico a la escuadra de Dutruel, que puso al Warnerstadium patas arriba. Desde entonces, este brasileño feliz y bonachón se ha pasado un año entero regalando goles, espectáculo y títulos a ese club en el que espero que eche raíces hasta que se retire del fútbol. Total, jugar en el Bernabéu cada quince días es tan divertido como hacerlo en la arena de la playa de Ipanema, ¿verdad, crack?

Me gustaría hacer un inciso. Justo y necesario. R9 se salió ante el Espanyol con dos goles determinantes en los únicos balones claros que recibió, pero que nadie olvide la jerarquía de sus carteros. La maniobra de Raúl en el 1-0 y de Beckham en el segundo tanto fueron para enmarcar. Las dos geniales asistencias de los dos mejores sietes del mundo sirvieron para derribar the wall, que no es de Pink Floyd sino de Javier Clemente Lázaro. El Espanyol fue fiel al estilo recio y abrupto de su técnico, un hombre empeñado en personalizar el fútbol en su figura convirtiendo a sus jugadores en disciplinados soldaditos de plomo. Pero hay algo que no cambiará nunca. El de los pericos es fuego amigo y por eso siempre navegaremos en la misma góndola. Madrid y Espanyol siempre fieles.

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