Hall of Ferrándiz

En Estados Unidos tienen una fijación enfermiza por buscarle un perfil marketiniano a todo lo que hacen. Resulta que los jerarcas del Hall of fame del basket (Salón de la fama) llevan varios años hurtándole a Pedro Ferrándiz un reconocimiento que, curiosamente, al genio alicantino le entra por la oreja izquierda y le sale por la derecha sin imnutarse un ápice. Estos patricios del Hall of Fame han decidido que Dino Meneghin tiene más derecho a entrar en ese túnel de la nostalgia que tienen tapiado para mi admirado Ferrándiz, el tipo que hizo del Madrid de baloncesto una leyenda que todavía hoy perdura por mucho que sus herederos se empeñen en mancillarla.

Afirma un compañero de rango superior, cuyas reflexiones me alimentan a menudo, que "las bombas serán inteligentes, pero los que las tiran son unos membrillos". En el fondo, Ferrándiz es víctima del fuego amigo. Siempre que ha ido a territorio USA les ha iluminado con su verbo ingenioso, su sagaz imaginación y su sabiduría inagotable. Ellos le abrazan, se jactan de su amistad y le llaman para pedirle consejo. Pero luego el premio se lo dan a Meneghin, italiano de nariz romana que ante Luyk y Rullán mordía el polvo a menudo. Dino era muy bueno, pero Ferrándiz es como ese jefe de la manada que siempre sabe dar con el punto g. Ese que el Madrid busca desesperadamente y de forma estéril desde hace años.

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