Raúl es como Paul McCartney

Hay gente que no necesita encontrarse en Old Trafford, el Camp Nou, San Siro o Maracaná para sacar a pasear su casta y su talento. Se graban la palabra ‘victoria’ (Beckham debe hacer lo mismo con su spice wife) desde que se cepillan los dientes antes del desayuno y se toman cada partido con su selección como si fuesen los kamikazes japoneses antes de atacar Pearl Harbour. Ese es el caso de Raúl González Blanco. Le da igual que el rival fuera Ucrania (aparte de Andrei Shevchenko, se les conoce más por su poderoso equipo de fútbol-sala), que en Kiev el césped fuera irregular y que las balas amarillas le agarrasen hasta en el saludo protocolario antes del pitido inicial. Raúl se negó a resignarse con ese 1-0 ramplón. Era una España que sin Tristán, Valerón y Xavi recordaba a la de Clemente...

Menos mal que Iñaki Saek (así rebautizaron al míster en la televisión ucraniana) sacó a todas sus delicatessen en el tramo final de un partido en el que Raúl, una vez más, se vio obligado a mostrar el camino. Su gol de la esperanza, que encauzó un europunto que vale su peso en oro, llegó con la firma de un camaleón capaz de diseñar en el área un lienzo de Goya (recuerden sus dos chicharros al Milán) y de fabricar goles de minero, como el que metió al Borussia o el que le clavó anoche a Shovkovsky metiendo la pierna con la picardía de un hurón. Raúl sigue en su lucha solidaria por dar a España un gran título. Él es como Paul McCartney, capaz de mantener viva la leyenda Beatle 40 años después. España, tranqui. Con Raúl, nunca caminarás sola.

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