Raúl, el terráqueo

En un equipo armado sobre la sobredimensionada denominación de ‘galáctico’, existe un James Dean que se niega a hacer de palmero del Rock Hudson de turno y prefiere ir por libre, pensar en el reparto justo de la pradera del Bernabéu y colectivizar su talento natural en beneficio de la comunidad (blanca, por supuesto). Raúl es el único terráqueo de los galácticos. Digo más. Raúl es un futbolista mesiánico que ha logrado que le rindan pleitesía, por este orden, Zidane, Ronaldo (maravillosa la pared que el brasileño diseñó para el primer gol de Raulinho), Figo... y Pavón, Makelele o Flavio. A Raúl le quieren por igual los nobles y los plebeyos. Es un tipo justo, no se queda con lo que no es suyo, renuncia a ponerse las medallas para la foto y jamás regala una sonrisa al enemigo. Bueno, Redondo era una excepción porque al 5 argentino (el mismo número de O Rei Zidane, curioso) era justo tenderle la mano en el día de su reencuentro con el madridismo militante.

Raúl es como el flamenco o los toros. Es uno de los iconos de la cultura española, que demuestra ante el mundo que somos un país que ha crecido y que se labra el prestigio desde el trabajo orgulloso y solidario de sus gentes. Se acabó lo de las genialidades tipo Santana o Ballesteros. Ante el Milán Raúl tiró de manual, abrió la lata con la zurda mágica, se fabricó el segundo con esa derecha que empieza a manejar con destreza y fue cómplice del tercero apoyando a ese marsellés que siempre nos deja una pincelada para el recuerdo. Raúl siempre tiene los pies en la Tierra y por eso es el número uno. No vive del glamour ni del paripé. Sí del pragmatismo ilustrado. Voy más lejos. En Moscú será el que tire del carro. ¡¡¡Raúl, Raúl, Raúl, Raúl, Raúl, Raúl!!!

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