Le sobraron dos minutos

Les prometo que lo que viene a continuación es tan cierto como que me llamo Tomás. Estábamos todos en la redacción de As siguiendo los minutos finales del Borussia-Real Madrid como si asistiéramos al último partido de nuestras vidas. Veíamos al Koller ese como un dragón de mil cabezas que estaba en todas partes, pero Del Bosque nos enseñó la luz al ordenar que el cuarto árbitro mostrase la tablilla que indicaba la entrada el campo de Kid Gol Portillo. Un cachondo del entusiasta grupo del periódico exclamó: "¿Qué hay cuatro minutos de descuento? A Portillo le sobran dos". Y no se equivocaba. Este rebelde con causa criado en Aranjuez y en la hierba embarrada de la Ciudad Deportiva sabía que estaba ante el mayor reto de su vida. Por eso, su cabeza imaginó el gol salvador desde que pisó el área de estos teutones recrecidos.

Cuando llegó a su territorio el esférico es como si a Fernando Esteso le hubiesen puesto a Nadiuska (en la España de Los Bingueros) desprecintada y como la naturaleza le trajo al mundo. Atacó la pelota, puso su bota derecha (la mala) al servicio de la causa y fabricó el gol que todos sabemos que conducirá a la final de Old Trafford. La ruta hacia la Décima se trazó ayer en ese feudo de Lehmann, un tipo que anoche resucitó a Van Breukelen enviándonos a la aciaga velada de Eindhoven. Pero Portillo no estaba por la labor. Llegó su champions gol y la redacción de As compartió la alegría juvenil y heroica de este niño capaz de disputarle el puesto a Ronaldo y a Van Basten si todavía estuviese operativo. A Portillo le sobraron dos minutos. Nos está acostumbrando mal. Este chico no necesita horas extras para amueblar la casa. Es una máquina. El Portillazo.

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