El gol de Santillana

Espero que algún día France Football y los vividores de la FIFA convoquen una conferencia de prensa para pedirle perdón públicamente al futbolista que más dignifica esta profesión en todo el planeta: Raúl González Blanco. Este capitán de 25 años es un acicate para todos aquellos que cada mañana luchamos por renovar nuestras ilusiones con tal de no aburguesarnos. A los que se empeñan en hurtarle los premios por moverse sólo por criterios mercantilistas les pueden ir dando sopas con onda. Lo de anoche de Raúl en el Santiago Bernabéu fue un homenaje al esfuerzo solidario, a los pioneros que se jugaron la vida por hacer de este mundo algo mejor. Raúl no posee la sonrisa cautivadora de Ronaldo, ni el vigor insaciable de Figo, ni la sutileza mágica de Zidane. Pero ante los alemanes nos mostró el mayor tesoro de un hombre: la constancia.

El salvador gol del 1-1 resume todas las cualidades de este local hero. Su desmarque en el área, su aguante para retener la pelota ante los gigantones Metzelder y Wörns, su lucha titánica desde el suelo y su remate corajudo fabricando un gol de la nada erizaron el vello del Bernabéu. El gol número 39 de Raúl en la Copa de Europa lo coloca a sólo 10 del más grande (Di Stéfano). Ese gol minero de Raúl tiene su antecedente histórico. El 11 de diciembre de 1985, el Madrid aplastó a otro Borussia (el de Moenchengladbach) con un 4-0 heroico sellado con un tanto de Santillana en el último suspiro con un remate milagrero desde la hierba empujando la pelota con el único riñón que tiene el cántabro. Es el Madrid de verdad. El que pasa la ITV de Europa. El de los hombres sin dobleces y que miran de frente. El Real Raúl. Grande.

Lo más visto

Más noticias