He visto a ‘Puskinhas’

Si alguien se merece el apelativo de galáctico, ese es Roberto Carlos da Silva. Bendito el día en el que llegaste a este mundo terrenal y pecaminoso. Tu sonrisa perenne, tu aparición divina por todos los rincones de Montjuïc, tus misiles tomahawk que hicieron de las manos de Toni un queso agujereado, tu ilusión por hacer del fútbol un homenaje permanente al espectáculo... Roberto Cracklos no debe ser consciente de ello, pero calculo que su heroica actuación de anoche habrá enganchado para la causa blanca a más de 100.000 niños en edad de elegir su destino y su escudo. Roberto se convirtió, ante un Espanyol que defendió casi a la perfección, en Gento por sus explosivas incursiones por su banda mágica, en Camacho por su coraje para recuperar la posición en defensa y salvar balones imposibles, y en Puskas por rescatar la suerte del cañonazo.

Mi padre me habló a menudo de los obuses que Ferenc Puskas lanzaba sobre los arqueros enemigos hasta ganarse el apodo de Cañoncito Pum. Creí que era la exageración típica de los nostálgicos de la España en blanco y negro que se aferran a sus vetustos recuerdos para minimizar las gestas de este Madrid del color y la tecnología moderna. Pero hoy puedo telefonear orgulloso a casa para decir: "Papá, he visto a Puskas". Ese empalme brutal, desgarrador y letal quedará para los anales del llamado fútbol terminator. Roberto ha llevado la ciencia-ficción al fútbol sin cobrar peaje alguno. Lo hace porque él concibe este deporte como un privilegio, no como un oficio. Él se divierte, los madridistas se enamoran de sus goles terapéuticos y todos deberíamos brindar por su exhibición imborrable. Por fin he visto a Puskinhas. Obrigado, crack.

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