La noche de San Luis

Tu actuación será recordada más allá de los tiempos. Tu coraje, tu hombría y tu arrojo para afrontar tu regreso al Camp Nou como si fuese el día de tu graduación universitaria no pasarán inadvertidos para los madridistas de bien. Tus pecados han pasado a mejor vida. Muchos, ilusos, dudaban de que tuvieras valor para acercarte a esas cuatro esquinas que anoche parecían cuatro chiringuitos de feria donde había premio para el que acertase con la cabeza del muñeco. Luis tuvo un comportamiento soberbio hasta convertirlo en una exaltación de la dignidad profesional. Figo sólo tuvo una intención: ejercer su trabajo sin convertir en anormal lo que es una suerte natural del fútbol, sacar un córner. Desde el minuto 1 pediste la pelota, te creciste ante la silbatina acéfala, buscaste el gol, bajaste a ayudar (te vi hasta achicando balones en el área de Casillas), conseguiste desbordar como en tus buenos tiempos y firmaste tu actuación más comprometida desde que fichaste por el Real Madrid hace casi 30 meses.

Este portugués corajudo y obstinado estuvo a punto de hacer saltar todas las alarmas de ese Camp Nou mancillado por el sector más radical de su afición. Fue con motivo de los momentos previos a la famosa y necesaria interrupción. Si después de ver volar sobre su cabeza botellas de whisky de importación, de cerveza nacional y hasta cabezas de cochinillo (cocinado y todo, ¡qué detalle!) se atrevió a ensayar un gol olímpico, sólo me queda pedir desde aquí que el Madrid improvise para el 18-D un homenaje popular en el Bernabéu que premie la gallardía del crack. Figo fue el vencedor moral de una velada con más oscuros que claros, con un punto que refuerza al Madrid para San Figo, perdón, San Siro.

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