El espejo de Ángel

Claude Makelele, también conocido como el trípode de ébano por ser un portento físico, se sincera hoy con AS y nos deja una perla tan brillante como el negro azabache de su piel: "Un técnico me dijo que transformo el trabajo sucio en caviar". Es lógico que el estajanovismo del africano-francés (nació en Kinsasha) reivindique un mayor reconocimiento monetario y mediático a su labor. Pero Makelele no debería olvidar que en febrero cumplirá 30 años y que en el Madrid siempre hubo jugadores que asumieron la labor más ingrata para hacerse grandes desde ese fútbol-rapiña de perfil bajo que les permitió ganarse un hueco en esos 100 años de majestuosa historia. Tengo un ejemplo.

Se llamaba Ángel de los Santos, fichó por los blancos en el verano de 1979 y enamoró a Boskov con su sentido disciplinadamente táctico del juego en la medular. Era la tercera pata de ese tridente de lujo que completaban Stielike y Del Bosque. Ángel siempre aparecía para rescatar balones de la nada, hacer las llamadas faltas tácticas, nunca arriesgaba la posesión de la pelota, jamás daba un pase de más de tres metros y odiaba abandonar su garita para sorprender al enemigo. Ni era rápido ni sabía improvisar, pero siempre se esmeraba en las funciones menos vistosas. Era un jugador solidario, estratégico y directo. Nada sutil. Y triunfó. Por eso, Claude, no te sientas el patito feo. Eres necesario. Sin más.

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