Tote... ¡Mamma mía!

Cuando la vida te señala con el dedo de la sospecha, te viene tu empresa y te dice que te busques empleo por otra parte y te sientes el último de la fila, te quedan dos opciones: asumir tu condición de futbolista apagafuegos ganando dinero y prestigio en un equipo de perfil menor, o guardar silencio, jurar en hebreo sin testigos y reivindicarte con goles de peso en los escaparates competitivos que te deja libres el jefe: Copa del Rey y Champions. La opción B ha sido la seleccionada por Jorge López Marco, Tote para el gremio de los peloteros con clase. El madrileño, criado en los pechos de la cantera atlética junto a Raúl (Manolete, se siente), ha sabido fortalecer su personalidad como ariete en sus destierros de Lisboa (Benfica) y Valladolid. Ahora está maduro, acepta su condición de sexto hombre (le adelantan en la jerarquía Raúl, Ronaldo, Guti, Morientes y Portillo) y disfruta de la vida y de los pocos resquicios que le deja Del Bosque para lucir sus rizos.

Considero que el ejemplo de Tote debe servir para reivindicar el crédito inestable de una plantilla a la que sólo le sobra la clase media, acomodada y sin angustias por culpa del espíritu funcionarial de Flavio, Macca o Celades. Tote no llora en la prensa y no se declara en rebeldía como Víctor Valdés. Se entrena, aprende de las diabluras del factor R (Ronaldo & Raúl) y, a sólo 10 días de cumplir 24 añitos, deja su sello goleador en Europa. Tote es como ese programa del corazón de Telemadrid, ¡Mamma mía!, que ha sabido ganarse la audiencia con estética y buen humor. Por cierto, el Madrid de Genk me abochornó. Y no soy el único... Se mete primero, pero por la puerta de servicio y le debe una a un tal Centeno. Tiene c... Nunca más.

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