Añorando a Netzer

Mientras que se demuestre lo contrario, el fútbol total es el que permite lucir por igual el talento desatado de los genios como el estajanovismo vocacional e inagotable de los curritos. Es la aspiración por alcanzar esa Aldea Global de la que Iván Helguera hablaba ayer en las páginas de AS. Pero en ese equilibrio ecológico que el cántabro valoraba como ideal, repartiendo protagonismos por igual entre estrellas y obreros, me quedo bloqueado cuando llego al análisis referido a estos últimos. El Madrid de los Cinco Magníficos, el de las megaestrellas, tiene un doble pivote formado por Makelele y Cambiasso. Dos tanques a los que cabe exigir algo más de lo que está escrito en la receta de la botica táctica de Del Bosque: Orden estratégico y recuperación de la pelota. Cambiasso empezó la temporada como si fuese Gardel y ahora evoluciona en el campo como lo haría el sobrino más atrevido de Calamaro. Quiere y no puede. Lo peor que te puede pasar como futbolista. Tiene cualidades para enamorar, pero su actual interruptus arrastra a sus compañeros.

Makelele es el de siempre. Fajador, inagotable y tragamillas... Pero entre él y los tiempos en los que Netzer, Stielike, Del Bosque y Schuster poblaban con orgullo ese eje de la medular hasta convertir el centro del campo de este equipo imperial en una factoría que fabricaba fútbol de alta escuela sin tener que sacar pecho, existe un peligroso abismo. Si Makelele y Cambiasso son los surtidores de los Cinco Magníficos, es que algo grave falla en este Madrid de dibujos animados. La pantalla se me emborrona. Tres partidos seguidos en el Bernabéu sin catar la victoria. Algo se cuece. El cortocircuito es total. Tiempos de silencio.

Lo más visto

Más noticias