Entrevista Goyo Benito
"Subí al área y dije: Me los como"
Goyo Benito era un tipo especial. Jugarse la pierna o la cabeza no suponían un problema para él. Este defensa toledano con fama de duro marcó ante el Oporto, en 1979, el gol de su vida. Su testarazo ante Fonseca salvó al Real Madrid en la Copa de Europa... y a Vujadin Boskov. Fútbol es fútbol...
¡Ja, ja! Pues no. Sabe usted que en mi carrera como jugador tuve pocas oportunidades de cantar gol y ese día fue el que me permitió marcar el más importante de mi vida.
Yo le cuento todo. El rival era el Oporto, que por entonces tenía a Gomes, el mejor delantero de Europa. A mí me tocó marcarle, pero yo ya estaba acostumbrado a bailar con la más fea.
Es que en el partido de Das Antas las pasamos canutas porque no paraba de llover y nosotros teníamos bajas. Pirri no estaba y yo jugué de líbero, quedándose Sabido de central. Íbamos 2-0 y menos mal que Cunningham metió un gol de falta cerca del final.
Fue como un sueño. Teníamos que ganar por 1-0 y en el Bernabéu había más de 120.000 personas. Jamás lo había visto tan abarrotado. Yo estaba que echaba sangre por los ojos.
Pues que el partido avanzaba y el portero de ellos, un tal Fonseca, se paraba esa noche hasta los tiros que iban a la portería de García Remón. Se acercaba el final del partido y seguíamos 0-0 porque los portugueses jugaban a la brasileña y nos tenían atenazados. Intuí que nos eliminaban.
Sí, sí, usted bromee, pero yo sabía que Benito tenía que sacar la raza y la casta. En esos días te tienes que saltar el guión del míster.
No me lo va a contar a mí. Quedaba menos de un cuarto de hora para el final y estaba harto de ver que en los córners siempre agarraban a Santillana y a Roberto y no había manera de marcar de cabeza. Y me dije, allá voy.
Si a consultar se le puede llamar gritarle que me iba para el ataque le gustase o no, pues sí. Pero no fue así. Boskov me dijo: Benito, quédese atrás, que no puede dejar a Gomes solo.
Claro, el Madrid estaba por encima de todo en ese momento. Le grité: Míster, subo porque voy a marcar. Déjeme en paz. Tranqui, que me los como.
Algo así. Es lo que me enseñaron en el Madrid. Me acuerdo que Cunningham tiró el córner con ese efecto que sabía poner el morenito. Entré como un toro, dispuesto a llevarme por delante a quien fuera. Le di de cabeza con toda mi alma, como si fuera un chutazo con el pie. Y entró...
Sí, se me echaron todos mis compañeros encima y formamos un sandwich en el césped que me dejó triturado. De broma le dije a Pirri que nunca más volvería a marcar un gol, porque no merecía la pena acabar hecho fosfatina. También me acerqué a Charly (por Santillana) para decirle que aprendiera a marcar de cabeza. Y le dediqué el gol al cabezón.
Sí, a Juanito, que tenía una cabeza tan grande como la parte delantera del Titanic. Entre risas le solté: Cabezón, mamón, va por ti.
¡Qué me va a decir! Explotó de júbilo y me dio la razón. Yo le comenté con coña: Míster, me debe una Copa de Europa, pero no pienso meter otro gol para salvarle el puesto.
Fue la locura. Mi mujer Paula, que estaba en la Grada de Preferencia, fue manteada por nuestros amigos hasta que ella gritó: Bajarme, que estoy embarazada.
En Copa de Europa sí. Marqué otros al Zaragoza y al Recreativo. Suficiente, ¿no?. Leche, que yo era defensa...