Resiliencia Marín
Carolina, que ya está en París, vuelve a los Juegos ocho años después de ser campeona y dos roturas del cruzado. “Nunca me he rendido”, dice.
Cada tatuaje esconde una historia. Un significado para el que decide llevarlo toda la vida en la piel. Y Carolina Marín decidió grabarse, en su costado izquierdo, la palabra ‘Resiliencia’. “Para mí significa la adaptación a cualquier cambio que la vida me ha puesto por delante. Superar cualquier obstáculo. Aquí estoy después de todo lo que la vida me ha golpeado, mucho más madura y experimentada”, responde llevando la vista a las costillas.
Lo que le ha pasado a Carolina, tres veces campeona mundial y una olímpica en Río 2016, es que en 2019 se rompió el ligamento cruzado de su rodilla derecha. Y en 2021, a dos meses de la cita de Tokio, se destrozó el de la izquierda. Y que en julio del 2020 falleció su padre, Gonzalo, después de un accidente que le tuvo varios meses en el hospital. Demasiadas cosas y demasiado tiempo, ocho años, sin poder acudir a unos Juegos. “Nunca me he rendido”, sonríe.
La megaestrella del bádminton, deporte de asiáticas, venida de Huelva ya está en París, donde llegó el lunes para entrenar en el INSEP, el Centro de Alto Rendimiento de Francia, porque su técnico Fernando Rivas fue contratado por los anfitriones en 2022 para intentar reproducir el ‘Milagro Carolina’. Comenzará a competir previsiblemente el día 27 (las medallas se reparten el 5 de agosto).
¿Y qué Carolina se presenta? “Una diferente, no sé si más fuerte o no. Cuando fui a Río tenía 23 años y ahora 31. Soy mucho más madura, experimentada y el bádminton ha cambiado muchísimo. Me enfrento a jugadoras ocho o nueve años menores. Tanto las jugadas como los partidos están siendo el doble de largos y eso requiere mucha más disciplina física y mental”, analiza. Un ecosistema nuevo en el que ha conseguido sobrevivir con éxito. El año pasado alcanzó siete finales. Ganó dos y, sobre todo, fue subcampeona en los Mundiales y en la Copa de Maestras. En 2024, ha sido campeona en el All England, el Wimbledon del volante, del Open de Suiza y por octava vez del Europeo. Ha cumplido su objetivo de ser cuarta del ranking para tener un sorteo más benévolo.
Pero todo eso no se consigue gratis. Antes de irse a París tocó dar la enésima vuelta de tuerca en el CAR de Sierra Nevada, a 2.320 metros, donde falta el oxígeno y donde Rivas, el hombre que antes de Río dejó una frase que aún resuena (“No haría pasar a mi hija por la preparación de Carolina”) intensificó las cargas para poder enfrentarse a ese bádminton agónico, de intercambios eternos. “Hemos tomado tiempos reales de jugadas y lo hemos reproducido tanto con torniquetes en las piernas como con hipoxia”, revela Marín. Es decir, juega con unas gomas que reducen el flujo sanguíneo de sus extremidades o con una máscara que simula una mayor altitud. Todo para conseguir más resistencia.
Gracias al programa Team España Élite, que ha supuesto un chorro de 50 millones de euros durante el ciclo desde el Consejo Superior de Deportes para los deportistas olímpicos y paralímpicos con opciones de medalla, Carolina también ha podido traerse hasta el CAR de Madrid a rivales para entrenar. “Desde hace tres años, cuando me lesioné por segunda vez de la rodilla, comencé a contar con dos sparrings malayos y otro indonesio y hemos introducido más calidad en vez de cantidad”, apunta, a la vez que da las gracias porque ha podido “sostener” a un equipo muy amplio. Por ejemplo, pudo viajar con todos ellos (incluida su psicóloga María Martínez) al Open de Francia en el Arena Porte La Chapelle, la sede olímpica, para visualizar qué se encontrará. “Competí allí en marzo y no fue bien, pero me gusta a nivel de sensaciones. Estoy acostumbrada a jugar en pabellones muy grandes en China y este también lo es”, explica.
“En Sierra Nevada, la rodilla me ha respetado, me he exprimido más allá del máximo y no he sentido dolor. También he exprimido la cabeza, con situaciones frustrantes que he superado, y me he conocido un poco más a mí misma”, cuenta la andaluza sobre estas últimas semanas. Todo por el objetivo del oro. Por esa medalla que figura ya en su fondo de pantalla desde hace meses (lo hizo también en Río). Porque quiere marcharse en lo más alto. “Seguramente serán mis últimos Juegos, tengo que ser honesta y realista conmigo y con los míos”, anuncia la encarnación humana de la palabra ‘Resiliencia’.
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