España, en el alambre desde el primer día

A partir de ahora sabremos cómo le queda a España el traje de funambulista, porque la Selección de Scariolo vivirá en el alambre desde el primer día de los Juegos Olímpicos. Australia se cobró con el 92-80 de Lille la factura que tenía bien pendiente de la mítica semifinal de 2019 en el Wukesong de Pekín; y deja a la Selección al límite, obligada a ganar a la Grecia de Antetokounmpo, o a la Canadá de Jordi Fernández, como mínimo, para tener opciones de estar en cuartos de final. La “montaña empinada” de la que hablaba Scariolo se ha convertido en un ochomil. Los triples de Aldama y la fe inquebrantable de Llull fueron muy insuficientes ante los boomers, a quienes la medalla de Tokio liberó espiritualmente, pero que tenían clavada la espina del Mundial de China. Muchos de sus jugadores han vivido con ellas un lustro; y este sábado estaban conjurados para sufrir lo que hiciera falta en la cancha para quitársela. Siempre que España apareció para darle la vuelta al partido, regresaron. Las veces que hizo falta. A la Selección, además, le falló la carta de Lorenzo. El ‘joker’ de Berlín, héroe del Eurobasket de 2022, no pareció el mismo en su regreso oficial. Siete pérdidas, 0/4 en triples y un -18 con él en cancha. No era el estreno que quería brindarle a su mujer y su hijo recién nacido, que están en Lille. Tendrá tiempo de desquitarse.

Eran sólo las 11:00, pero la mañana estaba caliente en el imponente Pierre Mauroy de Lille, una instalación increíble. A España le abrumó la fabulosa puesta en escena de Giddey. Scariolo se apresuró a pedir tiempo muerto en el minuto cinco con 18-7 para intentar frenar lo sangría. Con 28-17, llegó la primera fricción seria del partido. Josh Green le aplaudió en la cara a Garuba, que se calentó rápido y le soltó un manotazo al nuevo escolta de los Hornets. Llull sacó provecho de la confusión y dos triples suyos acercaron a España (31-27), poco antes del segundo lío. Después de una falta de ataque de Rudy, el banquillo australiano optó por invadir incluso la pista. Salieron los españoles con Garuba por medio… Momentos de tensión que dejaron paso otra vez al baloncesto. España logró sobrevivir e irse al descanso con una desventaja de siete puntos (49-42), después de una canasta final de Lorenzo Brown, al que le había faltado finura, como a Willy, toda la primera parte. La Selección había mantenido el tipo gracias a los triples de Llull y Aldama, que compensaron el desacierto del resto (30% de acierto). Había que ordenar muchas ideas en el descanso.

España remó y remó en el tercer cuarto hasta que, en el minuto 25, consiguió el sorpasso (56-54) después de un triplazo de Aldama, que estaba espectacular. Sin embargo, la Selección no supo mantener la ventaja ni administrar el momento de euforia. Australia se dejó la vida en el rebote de ataque y consiguió segundas oportunidades que le permitieron recuperar la ventaja y volver a estirar peligrosamente el marcador (69-59). El partido, además, había encontrado un obstáculo inesperado en la carretera. Josh Green empequeñeció a Lorenzo, que estuvo desdibujado y jugó durante un rato incluso con cierto complejo. Al final del tercer cuarto, el 69-60 exigía una de esas gestas sólo al alcance de los mejores días de La Familia.

Llull, con un corazón que no cabía en toda la instalación, intentó apurar las opciones de la Selección. Ocho puntos consecutivos colocaron el partido 73-68 al límite de los últimos cinco minutos, pero Australia volvió a estirarlo (79-71; a 4:38, tiempo muerto de Scariolo). En el fondo, todavía estaba todo por jugar. Pero eso era la teoría. Donde Lorenzo no veía nada, el veteranísimo Mills encendió las luces de Australia y apagó las del partido con un triplazo. El 92-80 de Australia duele. Veremos cómo le va a España en el rol de funambulista.