Villalibre congela la fiesta del fútbol vasco

Lejos de ser un partido de alto riesgo, con enfrentamiento entre ambas hinchadas, por la cercanía entre ambos clubes, la eliminatoria fue todo un ejemplo, en lo que al ambiente se refiere. Y es que los derbis en el norte de la península se viven de otra manera. Amigos de un bando y otro se unen para disfrutar de una jornada única llena de fútbol y jolgorio. Un millar de aficionados bilbaínos se acercaron hasta la localidad guipuzcoana, llenando las calles de la misma de colores rojiblancos, en una cita que nadie se quiso perder. Hasta el propio Mendilibar, con pasado en ambos conjuntos, se dejó ver por el feudo armero.

Con el pitido inicial, Ipurua lucía una entrada a la altura de sus mejores días. Aunque con la notoria ausencia en la grada de la peña ‘Armagiñak’. Debido a la presencia del checo Simic en el once titular, el grupo de animación entró al encuentro en el minuto 5 en señal de protesta. El central, que estrenó titularidad en casa, fue sustituido en el ecuador de la segunda mitad, dejando el terreno de juego entre tímidos aplausos y algún que otro silbido. Unos aplausos que se multiplicaron cuando Villalibre dejó su lugar a Raúl García, recibiendo la ovación por parte de los ‘zurigorris’ presentes en el estadio.

En cuanto a lo futbolístico, los leones fueron una prolongación del fuerte vendaval que agitó al municipio armero. Villalibre sentenció a su víctima favorita, congelando así la fiesta del fútbol vasco. Nada que un merecido post partido en las postrimerías del estadio no pueda recuperar. A pesar del resultado, en el recuerdo de propios y extraños queda el hermanamiento vivido por dos aficiones ejemplares, que dejando sus pequeñas diferencias a un lado disfrutaron de la fiesta del deporte rey.

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