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Semana especial para una leyenda

Se cumplen 50 años de la llegada de Enzo Ferrero a Gijón para formar con Quini la pareja más relevante en los 120 años de historia de la entidad rojiblanca.

PACO PAREDES
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Cualquier aficionado que haya vivido aquellos años en El Molinón tendrá imborrable en su recuerdo innumerables tardes-noches de felicidad y diversión provocadas por este hombre de 73 años que llegó a Gijón el 30 de agosto de 1975 para quedarse, y llegar a formar con Quini una pareja de dimensión mundial que convirtió a ambos en los futbolistas más relevantes de la historia del Sporting.

Enzo Ferrero ha entrado, por tanto, en una semana muy especial para él porque se cumple medio siglo de la primera vez que vistió de rojiblanco; fue en la primera parte del partido que enfrentaba en el Trofeo Costa Verde al equipo gijonés que dirigía Pasieguito con el CSKA de Sofia. Sin dormir apenas en toda la noche porque viajó por carretera desde Córdoba --donde el Boca Júniors jugó el torneo de aquella ciudad andaluza-- y acompañado de su presidente, Alberto J. Armando, el argentino se vestía de corto horas después de haber dado buena cuenta de su primera fabada.

Desde su retirada no ha habido un futbolista que, como Ferrero, haya sido capaz de poner en pie la llamada Tribunona --la grada de preferencia del estadio-- cuando encaraba al lateral de turno. ‘Piqui’ (o Picky se ha escrito también), como era conocido en el Boca donde triunfó en sus inicios, levantaba al público de sus asientos por la banda que aparece en la imagen que abre este reportaje --porque el resto del estadio eran localidades de pie-- con aquel vaivén del balón de un pie al otro antes de desbordar al defensa para acabar normalmente con un centro que encontraba a Quini para provocar por lo general una explosión de júbilo en el estadio más antiguo del fútbol español.

“Ferrero hacía temblar a los defensas rivales por su peculiar manera de encarar. Su jugada favorita bailaba el balón entre los pies sin moverse del suelo, en la quietud de la hierba. Allí Enzo se hacía grande por momentos. El tiquitaque de derecha a izquierda mareaba a los contrarios. que nunca sabían por dónde podía salir corriendo como una gacela”, describía el irrepetible narrador radiofónico Gaspar Rosety en el perfil que firmó sobre el ‘crack’ argentino en el libro del Centenario del Sporting.

Solo llevaba cinco años en España y Juan Cueto lo definió de la mejor forma posible en aquella semblanza que escribió en ‘El Libro del Sporting’ que se publicó con motivo del 75 aniversario. “Ferrero es la reencarnación por exce­lencia del 11 futbolero --el extremo­ extremo--; arraigado mito del vertiginoso y desmesurado hombre izquierdo que desde el centro del campo es capaz de llegar como el mismísimo diablo burlón al área enemiga luego de tumbar contrin­cantes a diestro y a siniestro. Un perfecto revival de aquellos Gento, Gainza y Go­rostiza, que fascinaron nuestra imagina­ción infantil y adolescente con sus esca­padas norteñas por la línea de banda hasta la línea de fondo".

Y añadía Cueto: “Acaso sea Enzo el último gran representante del añorado ‘fútbol por los extremos’; aquel fútbol que precisamente convirtió un deporte de élites en espectáculo de masas, y del que ya, ay, apenas queda un recuerdo al cabo de las siniestras tácticas defensivas y neu­tralizadoras, de laboratorio y de espiona­je, que están privando al juego del síndro­me de la genialidad, quiero decir, de su estimulante narratividad”.

Enzo Ferrero posa antes de un partido de la temporada 1977-78.

Enzo Ferrero (Campana, Argentina, 03-01-1953) estuvo en el Sporting diez temporadas (1975-1985) en las que disputó un total de 340 partidos oficiales en los que marcó 89 goles; es el decimotercer jugador en los 120 años de historia del club con mayor número de encuentros, el sexto máximo goleador rojiblanco y es también el primero entre los no nacidos en España con más partidos. Porque Ferrero fijó en Gijón su casa y la condición de extranjero la perdió hace muchos años. Pasieguito, Sinibaldi, Miera, Novoa, Boskov y de nuevo Novoa fueron sus entrenadores en el Sporting.

“Un candidato a mejor futbolista que jamás vistiera la camiseta del Sporting, como Enzo Ferrero Águila, no tuvo el homenaje a la altura de su legado deportivo. La puerta 11, una calle, una avenida, una estatua gambeteando por el parque, un monumento..., en cualquiera de sus variantes, pero en vida, como se tributa en Inglaterra”. Estas son unas líneas extraídas del libro ‘El cielo rojiblanco’ del brillante periodista gijonés Rafa Quirós, lectura recomendable para sportinguistas nostálgicos que quieran recordar o conocer --para aquellos más jóvenes-- los años de gloria del Eurosporting; se trata de toda una “memoria sentimental”, como reza en el subtítulo, de aquel período entre 1977 y 1992.

El libro vio la luz en junio del pasado año y meses después cumplió el club con esta leyenda rojiblanca al menos dando nombre a la puerta 11. El Sporting no tiene previsto, en principio, nada especial para conmemorar esta efeméride más allá del recuerdo en las redes sociales el día 30. Tampoco se sabe nada del Ayuntamiento de Gijón, ni siquiera si se ha planteado la posibilidad de declararle ‘hijo adoptivo’, como fue declarado Quini en abril de 2016. Ni mucho menos nadie se ha planteado la idea de una calle o una estatua.

“Somos muchos los que, en una de esas tardes redondas de Ferrero, únicamente tenemos ojos para sus diabluras, para su música esferoide, y el resto del equipo nos parece un sistema métrico decimal en función del show del driblador porteño, sobre todo cuando le sale el triple tango mortal, que le dice Fernando Poblet a esa triada de regates que culmina con un trallazo de los de afuega el pitu”. De nuevo, la máquina de escribir de Juan Cueto con referencia final al gol al FC Barcelona que llevó a varios aficionados a sacarle a hombres del césped de El Molinón.

Aquella fue la noche del 29 de octubre de 1979, cuando culminó con un golazo por toda la escuadra la victoria sportinguista por 4-1 al Barça, triunfo que cerró una racha de récord del equipo de José Manuel Díaz Novoa, con siete triunfos consecutivos para iniciar la liga. Fue una de tantas, como el gol que le dio al ascenso al Sporting en Oviedo el último domingo de mayo de 1977 o el gol olímpico al Torino, el primero del equipo gijonés en la UEFA. Momentos especiales y para el recuerdo de un crack al que el destino le privó de títulos tanto en la Liga como en la Copa del Rey, e incluso Mundiales con la Selección albiceleste. Paradójicamente, Enzo Ferrero pudo ser campeón con Argentina en la cita de 1978 y también pudo participar en el Mundial-82 a las órdenes de Menotti, pero ser jugador del Sporting le perjudicó. Pero esa es otra historia y para otro momento.

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