Quique cumple en el Sevilla una premonición de hace 12 años
“Algún día lo entrenaré”, afirmó en 2011 el técnico madrileño, que no oculta su simpatía y fue socio del club nervionense cuando estudiaba en la capital andaluza.
Nada menos que 12 años ha tardado en cumplirse la premonición que Quique Sánchez-Flores realizó en 2011, hace más de una década, cuando llegó a encontrarse también en los carteles para convertirse en técnico de Sevilla. El madrileño concedió una entrevista radiofónica en la que no dudo en expresar su deseo de entrenar algún día al club blanquirrojo.
“El Sevilla es un equipo al que tarde o temprano entrenaré. Existe buen feeling y nuestras vidas se acabarán cruzando. Tiene una buena plantilla, es un club que siempre me ha gustado, me genera una sensación de orden, de trabajo y de disciplina altísima, muy exigente y con ambición”. Entonces, por cierto, la entidad nervionense atravesaba también un tiempo de entreguerras después de la primera época de títulos este siglo, culminada con la Copa del Rey de 2010.
Hijo del jerezano Isidro Sánchez, lateral e interior diestro que jugó en el Betis desde 1957 a 1961, Quique estudió de adolescente en el colegio Portaceli, a pocos metros del Sánchez-Pizjuán, y de ahí nació su afición por un Sevilla al que iba a ver muchos domingos, pues llegó a ser abonado algunos años. Como futbolista, también hubo interés sevillista en algunas etapas, aunque nunca se concretó: del Pegaso pasó al Valencia durante 10 temporadas; luego al Real Madrid y posteriormente al Zaragoza, donde colgó las botas con apenas 32 años, en 1997.
Quique comienza este lunes a hacer realidad aquel sueño nervionense, aunque no sea en las mejores condiciones posibles, con un Sevilla que roza los puestos de descenso y se juega no entrar en ellos este martes, en Los Cármenes, ante un Granada más necesitado aún. De momento, el madrileño dispondrá apenas de unas horas para dar algunas coordenadas que permitan a sus futbolistas remontar el vuelo después de dos meses aciagos a las órdenes de Diego Alonso, sin una victoria profesional (sólo dos coperas, ante rivales amateurs) que llevarse a las bocas y que han propiciado también la eliminación europea.
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