Nuevos ídolos y viejas torturas en formato 4K

El sol iba desgajando las nubes en su amanecer sobre Los Ángeles de San Rafael cuando un operario de cámara le daba a un ‘clic’. El autobús del Atleti llegaba al campo de fútbol, primera triple sesión de la pretemporada y ese era un operario de una productora que graba otro documental por historias para una plataforma de contenido audiovisual. La voz de Profe suena aún a recién levantada pero enseguida toma el mando en la hierba. Varias estaciones de trabajo esperan a los futbolistas en la primera sesión de las tres del día. El número 1 se ve claro. Está en alto. En el pico de una montaña que en realidad es una cuesta, la maldita de julio para los rojiblancos, la cuesta del Profe, ese viejo-nuevo método de tortura moderno.

Giménez sale del autobús con el “Buenos dias” en la boca y formando parte del grupo. De los tocados y lesionados es el que más cerca está de regresar. Carrasco también es ya uno más. Memphis, Reinildo y Oblak siguen recuperándose en el gimnasio. Azpilicueta también lo lleva, el “buenos días”, acaba de llegar pero ya sobresale, por sus dotes natas de líder, siempre tan pendiente de los jóvenes, con mirada inteligente y firme. El pequeño grupo de aficionados que el técnico del documental puede sacar en su vídeo de la llegada del autobús le gritan a João con cariño. “João, João”. En su cara sigue por boca una línea recta tensa.

La sesión comienza con esa voz del Profe, sigue con unos rondos en los que el equipo de Gimenez celebra los 55 pases sin perder la pelota y Griezmann y Koke celebran también, sus números. Es entonces cuando la plantilla se divide en dos: unos con balón y otros con un cinturón de resistencia, unos para hacer paredes, los otros, cabeceos. El Profe ya ha perdido todo rastro de noche en la voz. Ya suena aclarada. “Más explosivo, voy a buscar”. La cuesta calienta que sale.

La Cuesta que cuesta

Soyüncü, bienvenido al Atleti. Y Soyüncü que acaba de llegar arriba en el primer grupo pero aún no puede contestar. Por ahí irán pasando todos los demás, con más y menos resuello, siempre con zancadas bellísimas al contraluz de la luz de julio en la mañana. La plantilla se divide en grupos de siete y la cuesta busca resistencia. Las porterías pequeñas, definición. Los que saltan sobre unas plataformas amarillas buscando equilibrio, control y fortalecer el tren inferior. Las porterías grandes, velocidad y gol. Todo mientras las nubes se han ido, el sol asciende vertical hacia otro día de calor y el operario sigue ‘clic, clic’ tomando imágenes de todo para ese documental. De los cuellos el sudor brota en perlas que son puños, las agujetas asoman, a la hora el trabajo termina, de momento, mientras todos, o casi todos más bien, se paran a firmar con los aficionados que aguardan a los pies del autobús y al otro lado de la valla.

El nombre de Azpilicueta se dice ya como cuando se habla de un ídolo. Con emoción y respeto. “Azpi, Azpi’, ¿me firmas?”, se oye, y Azpi, claro, accede con esa sonrisa con la que, desde que llegó vuelca en los jóvenes. La misma que lleva Griezmann, el ídolo a secas de esta plantilla, de nuevo el favorito de la afición. “Grizi, que este año va a ser tu prime”, le dice un chico. Y Griezmann sonríe con timidez aunque el chaval en realidad se equivoque: lleva un su prime desde que hace un año pisó por primera vez esa cuesta en Los Ángeles de San Rafael.