Las Heras: “Bernabéu me veía como el sucesor de Di Stéfano”

Manuel Las Heras (Madrid, 1944) tiene una memoria privilegiada y una historia digna de escuchar. El delantero, que también actuaba de extremo izquierdo, pasó por las categorías inferiores del Real Madrid, donde llegó a coincidir en un partido con el mismísimo Julio Iglesias. La promesa blanca brilló con la Franja en una temporada histórica, pero una jugaba marcó su vida para siempre... Es la espina que sigue clavada.

—¿Cómo empezó en el fútbol?

—Jugaba en la Institución Sindical Virgen de la Paloma, donde estudiaba. Nos enfrentamos al Real Madrid y su entrenador, Martín Landa, le dijo al nuestro: ‘A ese, guárdamelo’. Yo les había metido un gol. Al acabar la temporada, me mandaron a las oficinas del Madrid, que estaban en el frontón Fiesta Alegre. Jugamos un amistoso en Pozuelo, marqué dos goles y ganamos. Así entré.

—¿En qué categorías jugó con el Madrid?

—En juveniles y en el amateur. Con el primer equipo jugué medio tiempo en un amistoso.

—Bernabéu le tenía cariño...

—Sí. Él dijo que me veía como el sucesor de Di Stéfano cuando me prohibieron jugar.

—¿Cómo conoció a Bernabéu?

—Estando lesionado en el Rayo, vine a ver un partido a Vallecas. Se acercó un acomodador y me dijo: ‘Las Heras, está Don Santiago ahí. ¿Puede subir a saludarle?’. Me preguntó varias cosas, entre ellas, si yo era del Atlético. Y sí, lo admití.

“Felines era un fuera de serie; la gente nos llamaba el ala infernal”

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—¿Cómo fue su salida del Madrid?

—El club blanco nos mandó a veranear a Cedeira a Chufi, a Grosso y a mí para engordar. ¡Yo pesaba 53 kilos! Fuimos en un coche cama a Ferrol y nos daban dietas de 25 pesetas diarias. Grosso llevaba la voz cantante. El año anterior había jugado con el Atlético, que estaba para bajar a Segunda. Según me dijeron, me pidieron a mí, pero se lo llevaron a él. Grosso quería seguir en el Atleti si no se quedaba en el primer equipo del Madrid, que es lo que sucedió.

—¿Y qué pasó con usted?

—Por mediación de Don Santiago, me iban a mandar al Albacete, pero mi padre lo veía poco dinero. Ahí me dijo Malbo, con mala leche: ‘Pues otro año al amateur’. Le respondí: ‘Pues otro año’. Eso le encendía. A los dos días me llamó porque quería probarme el Valladolid, que estaba en Segunda. Me dijeron que era caro para el Europa Delicias, que era el filial, y volví a Madrid...

—¿Y el Rayo?

—Ese año el Madrid se hizo cargo del Rayo, porque el Gobernador Civil le dijo a Bernabéu que mientras hubiera fútbol no le dirían que les faltaba el agua y demás. El Madrid pagaba la ficha y las primas, mientras que el Rayo se quedaba con las taquillas.

—¿Cómo fue su fichaje?

—Eguiluz, mi entrenador en el amateur del Madrid, llamó a casa y le dejó un recado a mi madre. Debía ir al día siguiente, a las 10:30, a Vallecas con botas. ¡Pero yo no tenía! Firmé y jugué mi primer partido contra el Tomelloso.

—Estuvo en el Rayo de la 1964-65, el de los récords...

—De 30 partidos, ganamos 26 y empatamos 4. Ascendimos a Segunda. Yo disputé 25 encuentros y metí 33 goles. Nadie me ha cogido todavía... Llenábamos todos los campos. Se desplazaban 50 autocares como mínimo y había un montón de peñas. Mis padres iban con OTER.

—¿Qué recuerda del equipo?

—Que Felines era un fuera de serie. La gente nos llamaba a él y a mí ‘el ala infernal’.

—Aquella temporada terminó con un gol fatídico...

—Fue el 14 de marzo de 1965 en La Mina. Sacó Felines un córner y yo rematé de cabeza a la escuadra. Al rato se me durmió la mano y se lo dije a Eguiluz, que me mandó coger tierra del suelo para que se me pasara el hormigueo. Al terminar el partido y notar el agua fría de la ducha se me durmió la cara, cambiaba el orden de las palabras... El club avisó a mi padre para que viniera en el autobús con nosotros hasta Embajadores. Ya en casa, hice caso al masajista, Pablo Peira, y tomé un caldo. No paraba de vomitar y mi padre llamó asustado a Eguiluz. Fuimos al sanatorio y ahí todo se torció.

—¿Qué le dijo el médico?

—Que con 20 años era joven para trabajar. El doctor Pablo Peraita Peraita decía que lo que me había pasado podía repetirse y cometí el error de responderle. Eso me hundió. Mandó un informe a la Federación poniendo que no tenía nada, pero había un anexo aconsejando que no jugara al fútbol. Me quitaron la ficha.

“A mí me prohibieron jugar sin decirme qué lesión tenía en la cabeza”

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—Ahí empezó un peregrinar de médicos y pruebas...

—Fui a López Ibor y la prueba clave me la hizo el ayudante de Peraita. Cuando me desperté, me dijo mi padre: ‘Manolito, olvídate del fútbol’. El doctor Américo, de la mutua castellana, me soltó: ‘Si no te tiro por la cabeza, te tiro por el hígado’. El doctor Ley Palomeque, de la Cruz Roja, quería estudiar mi caso y el Madrid me mandó. En el informe puso que no había base médica para prohibirme hacer ejercicio, pero no se quería responsabilizar. Pretendía que me hicieran un consejo médico y eso nunca sucedió. El Madrid estaba fuera de la Federación y eso me perjudicó.

—¿Alguna vez piensa qué habría sido de usted si no hubiera rematado de cabeza aquel día?

—Si lo hiciera me habría vuelto loco... A mí me retiraron. Me prohibieron jugar sin decirme qué lesión tenía en la cabeza. Luego me hice árbitro de fútbol y de fútbol sala. Entonces, volví a ver a Felines, que jugaba en un equipo con veteranos del Rayo.

—¿Quién es el mejor jugador que ha visto?

—Di Stéfano. Él trajo a España el fútbol total. A Bellingham le veo muchas cosas de él...

—¿Tuvo relación con él?

—De los entrenamientos. A Di Stéfano yo le caía bien...

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