REAL MADRID

La Quinta canta los 40

El 4 de diciembre de 1983 debutaron Sanchís y Martín Vázquez en Murcia con un triunfo en La Condomina. Julio César Iglesias los ‘bautizó’ en las páginas de ‘El País’.

Dice el tango que 20 años no es nada. Pues se puede aplicar a los 40 con la misma filosofía si nos referimos al nacimiento de la Quinta del Buitre, una generación maravillosa de futbolistas que se convirtieron en jugadores de culto más allá de los terrenos de juego. Emilio Butragueño, José Miguel González ‘Míchel’, Manuel Sanchís Hontiyuelo, Rafael Martín Vázquez y Miguel Pardeza Pichardo. Los cuatro primeros nacidos en Madrid (en el Foro) y el último en La Palma del Condado (Huelva).

En aquel 4 de diciembre de 1983 dio sus primeros pasos esa Quinta bautizada por el compañero Julio César Iglesias en las páginas de El País, dando el bandezaro de salida Alfredo Di Stéfano al hacerles debutar en La Condomina, ante el Real Muria, a Sanchís y Martín Vázquez. El primero, asumiendo la página de la Historia que estaban abriendo, metió el único gol, el de la victoria, cerca del final. Estos chicos estaban bendecidos y por eso su primer capítulo estuvo impregnado de gloria.

Al rescate. No olvidemos que estos Beatles de La Fábrica de la vieja Ciudad Deportiva irrumpieron en nuestras vidas en plena depresión postMundial 1982, celebrado en España con un infausto recuerdo. Aquel empate ante Honduras y la derrota horribilis ante la Irlanda de Gary Armstrong nos dejaron desenganchados del deporte rey. La afición giró su mirada hacia el baloncesto, que de la mano de mi paisano Antonio Díaz-Miguel hacía historia con las platas del Europeo de Nantes (1983) y la maravillosa final olímpica en Los Ángeles con un joven Michael Jordan en las filas USA.

El madridismo sufría las cuatro ligas conquistadas por los dos equipos vascos. La Real Sociedad de Arconada (1981 y 1982) y el Athletic de Javier Clemente (1983 y 1984). El Bernabéu estaba triste y desilusionado. Hasta que aparecieron ellos. Esos chicos bien parecidos, todos escolarizados y vestidos sin estridencias. Los yernos que querrían las madres de la época para sus hijas. En plena movida madrileña de los 80, con las convulsiones políticas y sociales inherentes a los efectos provocados por el Golpe de Tejero (1981), estos jóvenes talentos rescataron la moral a la tropa, que encontró un motivo de peso para ‘regresar’ a su amado fútbol más allá de los colores de las camisetas.

El 5 de febrero de 1984 Emilo Butragueño debuta con el Real Madrid frente al Cádiz

Butragueño, con ese aspecto aniñado, pelo rubio y pecas indisimuladas, lideraba con sus diabluras en el área esa aparición estelar de unos chicos que fueron capaces de llenar el Bernabéu antes de dar el salto al equipo de sus mayores, que asistían entre perplejos y algo celosos a la explosión futbolística y generacional de esta Quinta. Camacho, Gallego, Juanito, Santillana, Valdano o San José (luego acompañados desde 1985 y 1986 por Hugo Sánchez, Maceda, Gordillo o Buyo) asumieron pronto que los críos del Castilla no eran meritorios. Habían llegado para escribir una de las páginas más gloriosas de la historia del club. Eran tan buenos que ya desde ese debut en Murcia vieron cómo uno de ellos (Sanchís) les daba la victoria en un momento en el que al Real Madrid de los mayores no le sobraba nada...

El Bernabéu ya había llenado sus gradas para vibrar con el Castilla de la Quinta en un 6-1 imperial al Atlético de Tomás Reñones en el ‘miniderbi’, culminando esa etapa entusiasta con el partidazo ante el Bilbao Athletic de los hermanos Salinas, que dejó gente en la calle por exceso de aforo y que se resolvió, cómo no, con un gol de Butragueño. Esa Liga la terminó conquistando en Segunda el Castilla de Amancio Amaro, logro jamás alcanzado por ningún otro equipo filial. Ni en España ni en Europa...

Por si había alguna duda o por si algún incrédulo pensaba que estos chicos iban a ser flor de un día, Butragueño tuvo el debut soñado en Cádiz tres meses después. En el Carranza, ante el Cádiz. Di Stéfano le llamó a filas unos días antes y Emilio no terminaba de creer que fuese a jugar un solo minuto. Por si acaso convenció a su padre para que fuera a verle. “Papá, si al final debuto unos minutos, ¿cómo vas a explicar a tus nietos en el futuro que tú no estabas allí para verme?”. Al descanso, el Cádiz destrozaba a un Madrid desfigurado (2-0). Y Di Stéfano tomó la gran decisión: “Nene, calienta”.

Martín Vázquez. Tomada de twitter

El Buitre salió y en 45 minutos para la memoria firmó dos goles, uno en el último minuto, que consumaron una remontada (2-3) que le elevó a la categoría de semimito con solo medio partido en sus inexpertas espaldas. Su buena educación, familiar y escolar, le permitió relativizar la ola del éxito y supo economizar los elogios desmedidos para no perder su esencia futbolística. Fue así como de su mano, junto al resto de la Quinta ya instalados en el primer equipo, llegaron las noches europeas de blanco satén con esas remontadas épicas ante el Borussia Mönchengladbach, el Inter o el Anderlecht.

Estos chavales consiguieron que el Bernabéu se quedase pequeño durante esas cinco ligas consecutivas (1986 a 1990), que levantaron convirtiendo cada partido en el santuario de La Castellana en un festejo de culto. Los olés y la sinfonía en ataque, con las volteretas gimnásticas de Hugo Sánchez, las roscas praxitelianas de Míchel, las fintas delicatessen de Martín Vázquez, las ratonerías de Pardeza y los goles picassianos de Butragueño, lograron convertir el Bernabéu en una fiesta continúa apta para todos los públicos.

El único ‘pero’ llegó con la Copa de Europa, con aquella noche de infausto recuerdo en Eindhoven. Pero fueron tan buenos que los madridistas seguimos diciendo que aquella Copa de Europa de 1988 la ganó “el Madrid de la Quinta”. Genios y figuras. Dejaron huella. Hicieron Historia.

Sigue el canal de Diario AS en WhatsApp, donde encontrarás todas las claves deportivas del día.

Lo más visto

Más noticias