La gran oportunidad de Lunin
Después de cinco temporadas desde su llegada a Madrid, el ucraniano tiene ante sí la posibilidad de ganarse un sitio en el once. A expensas de lo que suceda en el mercado, el titular es él.
De la noche a la mañana, todos los focos apuntan a él. Lunin se enfrenta al que seguramente sea, hasta ahora (y a expensas de lo que acabe sucediendo en el mercado), el reto de su vida. Ser el portero titular del Madrid de forma indefinida no es algo que ocurra todos los días. Suplente habitual de Courtois en las tres últimas temporadas, todas las ocasiones en que Andriy había entrado en escena desde que llegó, lo había hecho sabiendo que el regreso del belga a los palos era cuestión de días. Como mucho, semanas. En esta ocasión ya no existe ese flotador y Lunin debe dar un paso adelante.
Tiene aún 24 años, pero ya lleva cinco en la élite española. Un jugador con muy buenas maneras, con detalles de gran arquero, pero aún con cosas por pulir. El Madrid se enamoró de él siendo un niño en un partido de Europa League que fue a jugar, precisamente, a Bilbao con el Zorya Lugansk ucraniano. Aquel día el Zorya se llevó los tres puntos de San Mamés (0-1), en parte, gracias a las intervenciones de Lunin. No le hizo falta mucho más al Madrid para firmarle al año siguiente. En junio de 2018 ya era jugador blanco.
Desde entonces han pasado cinco temporadas, cinco años en cuyo rendimiento han reinado los vaivenes. Nada más llegar, salió cedido al Leganés (18-19), pero en el club pepinero, la veteranía del Pichu Cuéllar le condenó al banquillo. Jugó siete partidos (5 de Liga y 2 de Copa del Rey). Repitió fórmula al verano siguiente, pero en este caso en Valladolid y con la misma suerte. La falta de oportunidades desde agosto hasta enero (jugó solo dos partidos y ninguno de ellos de Liga) le hizo poner rumbo a Segunda, con el Tartiere como destino. Esta vez sí, en el Oviedo disfrutó de toda la continuidad de la que no había gozado previamente. Jugó 1800 minutos de 1800′ posibles, lo que le permitió regresar a Madrid para en esta ocasión quedarse.
Desde la 20-21 hasta el momento, ha ejercido de suplente de Courtois. Tres temporadas en las que más allá de su asumido rol secundario, quizás se esperaba algo más de él. Tras dos campañas en la primera plantilla en las que apenas participó (jugó un partido en la 2020-21 y cuatro en la 2021-22), el pasado curso diversos problemas físicos de Thibaut, le llevaron a ser de la partida hasta en doce ocasiones. Disputó siete encuentros de Liga, dos de Champions y los dos del Mundial de Clubes.
En su haber, luces y sombras. Rayó a un buen nivel en octubre, durante un tramo en el que encadenó seis partidos bajo los palos (dos de Champions y cuatro de Liga. Mención especial para El Clásico doméstico, en el que el ucraniano, pese a encajar un gol (el Madrid ganó 3-1), estuvo sobresaliente. Infundió una seguridad y una personalidad que, por contra, se esfumaron en Montilivi cuatro meses más tarde cuando una gastroenteritis de Courtois le colocó a él en el once. 4-2 perdieron los de Ancelotti en un partido sonrojante para el Madrid que acabó con Lunin como gran señalado.
Las estadísticas no le sonríen
Las estadísticas tampoco le sonríen en demasía. Más bien evidencian el notable escalón que actualmente hay entre uno y otro. En la 2022-23 Lunin tan sólo registró un 61,1% de salvadas en sus intervenciones, por las 78,8% que firmó Courtois. Por otro lado, en cuanto al cómputo general de su carrera, el ucraniano promedia 1,17 goles encajados cada partido, mientras que el belga reduce el registro a 0,90. Una diferencia significativa que al más alto nivel marca diferencias.
Se trata de un jugador serio, de carácter reservado, con buenos reflejos, pero del que a veces se echa en falta una mayor autoridad y decisión a la hora de salir del área chica. También, en el aspecto comunicativo. De lo más llamativo: su fama (demostrada) de parapenaltis. De las 21 lanzamientos desde los once metros a los que se ha enfrentado en su carrera, el ucraniano ha detenido ocho (casi un 40%). Cabe destacar su atajada a Saúl en un Atlético-Leganés (2018-19) en el Metropolitano o el penalti que le detuvo a Negredo, ya de blanco, en el Nuevo Mirandilla (2021-22).
Decidió quedarse este verano, pese a que el Madrid le abrió las puertas de salida, y hoy se mide al Athletic en un encuentro que determinará su capacidad para rebelarse ante una situación que, de primeras, se le plantea adversa por la desconfianza a la que se enfrenta. De su calidad y proyección no hay dudas entre quienes le conocen, pero sí de su personalidad (dada su moderada experiencia) para hacer frente a situaciones de máxima urgencia como la que se le plantea en este inicio de Liga. En su mano está despejar fantasmas o avivarlos. Lunin, ante su gran oportunidad.