Herrera agasaja al Athletic

Los técnicos del Athletic-Osasuna habitaban la zona alta del estadio. Estaban desterrados en un palco por la expulsión de la jornada anterior. Había otros tres sancionados, Paredes, Yeray y Moncayola, jugadores vitales en sus equipos. El paisaje a ras de césped, por lo tanto, era de lo más atípico, marciano. Tal vez por eso se vio un duelo habitualmente áspero y con tensión como si fuera un paseo campestre por una alfombra de margaritas. Anda rodando una película en Donostia el conocido actor norteamericano Ron Perlman y se dejo ver por el estadio. Alucinaba con el ambiente. Pues no fue nada comparado con el pasado reciente.

También pueden influir las circunstancias de ambos conjuntos, un Athletic que va recogiendo los trastos después de ganar la Copa, asegurar su clasificación para la Europa League y darse un garbeo por la ría con la gabarra, y un Osasuna en tierra de nadie que anda en caída libre desde que Arrasate anunció que no cumplirá su séptimo año en El Sadar. En esa campiña de la no agresión, hasta el resultado fue un compendio de extrañeza. Con 0-2 todo parecía ventilado y surgió Iñaki Williams en su gol cien como rojiblanco. Herrera volvió a liarla parda y permitió a Villalibre empatar in extremis. El meta de Miranda, tantas veces desafiante y excesivo, fue la diana de las bromas de la grada.

Los dos conjuntos actuaron en todo instante muy abiertos, sin un dominador claro. En los primeros 20 minutos el Athletic tuvo algo más de profundidad, pero no, rotundamente no había el nervio de otras tardes. La eterna rivalidad de proximidad territorial esta vez no ofrecía ningún registro. La Grada de Animación pitó cuando los rojillos, que eligieron campo, rompieron la liturgia habitual de dejar a los leones atacar en la primera parte a hacia la portería sur.

El choque era de ida y vuelta, sin rigores defensivos. Se permitía la libre circulación por el área. Valverde zanjó los debates sobre el compañero de fatigas de Vivian en el centro de la zaga con un Lekue que se comportó como el gran profesional que es. Iñaki amagaba con bajar a apoyar o caerse a una banda, para luego romper al espacio. Pero lo que llegó fue una ocasión clarísima de los pamplonicas. Tras un mal pase de Berenguer, agarró la bola Rubén García en una veloz galopada ante Lekue. Este se desenvolvió muy bien en el uno contra uno defensivo cuando el extremo le quiso hacer el recorte en el área. Esa acción reconfortó a Iñigo como central.

Osasuna tiraba la línea defensiva muy adelantada. A Herrera le caían los gritos de cachondeo del fondo norte: “Y la gabarra qué”, en alusión a su cachondeo el año pasado cuando en ese mismo estadio Osasuna apeó a los leones. Era premonitorio de lo que se venía encima. El choque discurría sin faltas, algo impropio en la historia de estos encuentros. En el minuto 33, Areso pudo escaparse de Nico Williams y centró a Ibáñez, que remató por encima del larguero. Se imaginó su gol portentoso en este mismo escenario que valió para sacar el billete a la final de Copa. Por entonces Berenguer ya actuaba de falso ‘nueve’, para hacer sufrir a los centrales, que salieran de su cueva de la comodidad.

El peligro llevaba por las imprecisiones de cualquier de los dos equipos. Llegaron los tantos anulados a los rojiblancos, uno a Iñaki Williams tras un balón profundo de Yuri y otro a Muniain tras la pelea de Berenguer cerca de la línea de fondo una bola que dejó en evidencia a Rubén García, pues tenía la posición ganada y se dejó comer la tostada.

El Txingurri puso a Villalibre en la segunda parte para tener una referencia más clara arriba. El desmadre seguía reinando en la contienda. Raúl García de Haro estuvo muy vivo para romper la igualada, tras tocar y desviar levemente un cañonazo de Mojica. Y el segundo vino acto seguido. Un despeje de Areso sin destinatario conocido, a la buena de Dios que se suele decir, llegó por casualidad a Rubén García, que hizo un control maravilloso. Herrera perdió su referencia y la defensa no pudo echar el guante al mejor jugador de la noche. La zona visitante gritaba irónicamente “que bote San Mamés”. Arrancó pitos del resto de la grada. ¡Al fin algo de pique! Lo que se echaba de menos...

El choque perdió el hilo con los cambios y las pérdidas de tiempo rojillas. Iñaki se hizo centenario en goles tras una jugada de fe de Herrera. Valverde puso un tronco central nuevo. Sacó a Raúl García como mediapunta en un día que para él suponía una batidora emocional. El asedio final parecía quedarse sin premio, pero las caras nuevas dieron ese impulso ante un rival que echó de menos la contundencia. De tanto insistir e insistir, llegó el premio, un agasajo inesperado. Todo estalló cuando Herrera, un portero con mayúsculas que a veces arruina su hoja de servicios de forma lastimosa, fue tras un balón aéreo muy asequible. Tras atenazarlo con manos blandas, se le fue escapando y perdió su tutela al golpear la bola en la espalda de Catena. Villalibre, muy vivo, remachó el empate. Y poco más tarde tuvo un cabezazo para completar la remontada. Osasuna rompe su racha negra de resultados: el año pasado La Catedral era su aliada, con dos empates y un pase a la final de Champions, aunque en esta ocasión las terceras tablas seguidas le saben amargas. Y el Athletic, que lleva tres empates al calor de su gente tras sentarse en el trono copero pero por lo menos mantiene su feudo invicto desde el asalto del Madrid en la jornada inaugural, va diciendo adiós a la Champions.

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