Griezmann frente al espejo

El francés se juega la Supercopa ante ‘su’ Real. La última vez que los ‘txuri-urdin’ disputaron Champions, lo certificó un gol suyo al Depor.

AS

San Sebastián forma parte de la esencia de Griezmann (Mâcon, Francia, 1991) desde que Eric Olhats posara sus ojos en él durante un torneo en el Camp de Loges, campos de entrenamiento del PSG en París, mediada la década del 2000. Ojeador de la Real, diez minutos le bastaron para que la técnica de aquel crío rubísimo y físicamente poquita cosa, le encandilara. Antoine había salido diez minutos del banquillo para hacer una prueba con el Montpellier.

Griezmann, de niño.

Al finalizar, el ojeador se le acercó con la excusa de unas galletas y le entregó una nota para sus padres con un teléfono que le abriría una puerta en un fútbol que, hasta el momento, sólo solo había encontrado cerrada: hasta siete equipos franceses le habían rechazado ya, Lyon, Auxerre y Saint-Étienne entre ellos, por bajito. Pero la nota venía con una condición: esa oportunidad que proponía era en España, en País Vasco, en Donosti, en la Real Sociedad. Durante seis años llenos de inviernos que comenzaban en noviembre, con los días cortos, y se hacían demasiado duros sin el abrigo de casa, Griezmann conviviría con Olhats en Bayona tras el sí de sus padres mientras crecía en una cantera en la que se quedaría tras una prueba ante el Athletic en la que brilló y marcó un gol.

Griezmann, durante su etapa como futbolista de Zubieta, cantera de la Real.

En el verano de 2009, con la Real en Segunda, ascendió al filial y no estaba previsto que se entrenara con el primer equipo siquiera, pero lo hizo empujado por la lesión de un compañero del Sanse que le abriría un hueco en la pretemporada. Nunca jugaría con el B. Máximo goleador txuri-urdin aquel verano, saltó directo al primer equipo. Tenía 18 años. Y sería clave aquella temporada para el regreso de los vascos a Primera. En la 12-13, su apellido ya resonaba con fuerza llegado del norte, y su gol ante el Depor en la última jornada sería el billete de los txuri-urdin para disputar la fase previa de la Champions 13-14 en la que Antoine marcaría una chilena bellísima y envuelta en justicia de fútbol: se la haría al Lyon, a quien eliminarían, uno de aquellos que le habían rechazado por bajito y el que más dolió. Griezmann era hincha de crío, antes de fijarse en el United y las mangas largas con las que Beckham siempre jugaba.

La última Champions... con Grizi

Aquella 13-14 sería la última vez que la Real jugaría en Champions. Hasta ahora. Virtualmente clasificado, viajará al Metropolitano para disputar un partido ante un Atleti con un mismo objetivo: acabar terceros en Liga y, por tanto, asegurarse la Supercopa de España en Arabia. Cinco puntos solo separan. El gran rival de los de Imanol será Griezmann.

Olhats y Griezmann.

El francés no solo ha sido y es el mejor futbolista de Simeone esta temporada, cuando jugaba aquellos partidos de 30 minutos, incluso, ya lo era, es el mejor jugador de esta Liga, el más influyente y decisivo con el valor de sus acciones en su equipo. Ha participado en 31 goles, con 16 asistencias. A la Real, desde que se fuera en 2014, le ha hecho seis pero jamás celebrará ninguno. San Sebastián forma parte de él como la sangre vasca del cuerpo de sus tres hijos. Porque cuando aquel chico rubio, bajito, llegó, ya no se marcharía más: allí conocería, además del fútbol, a una chica, Erika Choperena, que se convertiría en su mujer. Y en una ídola para la afición del Atleti. Del documental que el francés grabó en 2018 para anunciar que elegía el club rojiblanco por delante del Barça, La Decisión, no quedó el eco de las palabras de él (“tío, que quiero quedarme”) sino de las de ella: “Aquí serás historia, allí...”. De la Real también lo es.

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