Griezmann vale por tres

El Atleti solo necesitó que Griezmann volviera a ser lluvia para postrar Balaídos, en esta noche que comenzó con los futbolistas silueteados por luz de focos en su salida al campo. Entonces el Celta no había sufrido aún otro partido con una derrota demasiado castigo. Pero fue Grizi respirar su verde y salir como si concentrara en su cuerpo los 93 litros por metro cuadrado caídos dos días antes en Madrid. Fue chuvisca y chaparrada. Encarama al Atleti en lo alto. Duermen segundos en Liga. Y eso que le falta un partido.

Todas las miradas, sin embargo, de inicio se dirigieron al Celta por las dudas sembradas al conocerse su once. ¿Dónde jugaría Mingueza? ¿Defensa de tres? ¿O en un doble lateral con el inédito Kevin detrás? Fue lo segundo; mediocentro. Un dibujo nuevo con el que el Celta se le atragantó al Atleti. Sin los argentinos (Llorente y Barrios hacían de Nahuel y De Paul) le duraba nada la pelota. El Celta cuando la tenía la llevaba hasta Oblak. Mingueza mediante. La primera ocasión clara del partido estuvo en sus botas. Como del Atleti no dejaban de brotar balones perdidos, solo tuvo que esperar que Azpilicueta le regalara uno tras hacerse un lío los del Cholo en un córner. Lo envió fuera pero dejó Balaídos sembrado de uys. Y a Simeone afónico.

En el Atleti nadie parecía saber qué hacer con el cuero. Nadie construía, envuelto el equipo en pérdidas groseras que eran principio de cada ocasión celeste. Tuvieron que pasar veinte minutos y una de Lino que cocinaron entre Barrios y Llorente (y que sacó Villar con gachetobrazo) para que el partido se fuera al frenesí de idas y venidas y al todo puede pasar. Para cualquiera. A la de Lino contestó Larsen al instante con un balón que Oblak desvió a córner. Sería el último uy del Celta con once.

Todo comenzó en un centro llovido de Hermoso que Iván Villar vio tan fácil que, cuando saltó a cogerlo, se le escapó. Se le escapó ante un Morata que estaba donde un delantero siempre tiene que estar, con la caña preparada, sobrevolando el área. El portero le derribó en su intento de arreglar lo que ya se intuía naufragio. Roja, penalti y Grizi listo en el punto para batir a Guaita y empezar a llenar de petricor la noche de Vigo.

Benítez sacrificó a Kevin, pero no el arrojo. Se ordenó el Celta en dos líneas de cuatro con Aspas por delante, se sopló el polvo de las piernas y volvió a levantar campamento en campo rival. Mingueza seguiría escurridizo e indetectable, Larsen, una cuchilla y Aspas, omnipresente. El Atleti se ovilló como si a quien le faltara uno fuera a los del Cholo y no al revés. Por mucho que Koke tirara de todos. Un Koke que juega como si silabeara cada acción. Fintar, controlar, dirigir. Todo lo contrario a Llorente, desastre. La primera parte terminó al contrario de cómo había comenzado. El Celta lejos de Oblak y el Atleti encimando a Guaita. Lino lo intentaría dos veces. Un Lino que acabaría cojo por un golpe en la rodilla persiguiendo un balón que se iba.

Cambio de sistema en el Atleti, Griezmann a ocho de Luis

Antes de que los focos siluetearan a los futbolistas camino del césped en la segunda parte, Simeone hablaba unas últimas palabras con Azpilicueta en el túnel. Enseguida se descubría por qué: el Atleti volvía con el navarro a la izquierda, un doble pivote Koke-Saúl y dos refrescos, Nahuel y Riquelme por Barrios y Lino. Volvía en un 4-4-2 para adaptar el sistema a los jugadores, no al revés. Y darle off al botón de Aspas. Riquelme entró como una exhalación pero sin tino se fue apagando. El Celta se aturdió pero de nuevo se sopló el polvo y a seguir. Cuando Bamba estrelló un balón en el travesaño, Simeone introdujo a los argentinos que le faltaban: De Paul y Correa.

El primero caía entre risas sobre Grizi después de que Aspas se fuera en otro día sin gol. Caía celebrando el número 164 del francés con la rojiblanca: había corrido Grizi arrancándose de encima a Manu y a Núñez y, al llegar al área, había centrado a Morata. Resbalándose, con la fortuna de que el balón volara a la red. Y aún le quedaría un tercero para irse de Vigo a ocho de Luis en la historia. Morata condujo, Nahuel centró y él pateó sin ni siquiera sudar. Aunque Balaídos quedase abnegado de su agua. Un Celta sin suerte. De recuerdo esa foto: la pelota que a Oblak se le escapó pero no fue gol en propia porque el rebote le favoreció. Eso que nunca le pasa ya al Celta.

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