ATLÉTICO

El Metropolitano ya es Calderón

El campo del Atlético replicó el ambiente de las grandes noches en el viejo estadio ante el Real Madrid.

THOMAS COEXAFP

“¿No lo has notado?”. Esa era la pregunta más repetida entre los aficionados del Atleti cuando el domingo, tras el derbi, iban saliendo del Metropolitano. Al Metro, a una última en los bares aledaños, que suena Rosendo en el Brindis. El himno. Que se le ha ganado al Madrid bajo un aire que todos habían respirado distinto, sentido. Cómo había empujado, rugido, cómo de verdad en el viejo Calderón. Que sí, que hubo otras noches antes que había sonado de la misma manera pero no igual.

Aquel 2-0 ante el Dortmund de la fase de grupos de la 2017-18, como quien dice el primero, tras la derrota de Alemania 4-0. La noche de los goles de Godín y Giménez a la Juventus de Cristiano en octavos de la Champions 2018-19 al grito de u-ru-gua-yo, u-ru-gua-yo. El día que Torres dijo adiós en la última jornada de la 2017-18 bajo aquel tifo: “De niño a leyenda”. La vuelta de los cuartos de final ante el City de Guardiola en la 2022-23. Casi igual pero no un calco. Una foto de aquellos días a la orilla del Manzanares donde los goles se oían como en ningún otro estadio en el mundo.

“¿No lo has notado?”. Y sí. Todos asentían. Que esa noche de domingo ante el Real Madrid se había parecido a aquella última icónica de Europa en el Calderón ante el mismo rival. El partido de la lluvia de las semifinales de la Champions 2016-17 que Gabi siempre cuenta que le viene primero a la cabeza cuando le preguntan cuál nunca olvidará de aquel campo. Esa eliminatoria que los rojiblancos traían con un 3-0 del Bernabéu y que en dieciséis minutos acariciaron remontar, con los goles de Saúl y Griezmann, hasta el de Isco que nadie recuerda que Isco metió y nadie olvidará que lo precedió aquella jugada en el córner de Benzema. Justo a ese partido. Cuando el Calderón demostró que se juega también con la voz. Y se abraza, se abraza muy alto.

Acústica, bramido

La acústica, los cánticos, el bramido, el mismo Thunderstruck en las alineaciones. Todo sonó distinto. Más prominente y acompasado. Más. Había más gargantas que antes del verano, cierto, con el aforo ampliado en 1.846 butacas para superar las 70.000 (70.460). Por primera vez en el estadio rojiblanco se concentraron 69.082 espectadores. Más gargantas pero también algo que nunca antes se había vivido en el Metropolitano: la unión total y absoluta. El referéndum del verano por el regreso del escudo anterior ha acabado con la fractura en la grada de la última temporada. Aquellos pitos de unos, el cantar desacompasado, los nervios trasladados al equipo. Todos iban a una, como en el viejo Manzanares del que ya nada queda, allí ya solo hay pisos. Pero su espíritu sigue. El Metropolitano ya convertido en lo que aquel una vez fue.

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