EL OTRO FÚTBOL

Pudo ver el ascenso de su equipo a 11.800 km gracias a cientos de vasos de cerveza

Jairo Schmidt, aficionado del St. Pauli en Argentina, asistió al partido que certificó la promoción a la Bundesliga gracias a la solidaridad de los aficionados alemanes: su viaje a Hamburgo se pagó mediante una colecta.

Cualquier interesado en el fútbol internacional sabe que el St. Pauli ha ascendido a la Bundesliga. Ha sido una de las noticias del fin de semana: el equipo marrón y blanco de la ciudad de Hamburgo se impuso 3-1 al Osnabrück y certificó matemáticamente que el año que viene pasará de la segunda a la primera categoría de Alemania. En un club tan peculiar como el del barrio más multicultural de una de las urbes más cosmopolitas de Europa, semejante éxito, que no se veía desde hace 13 temporadas, da para muchas anécdotas, curiosidades e intrahistorias... y una de ellas llega desde Argentina.

En la misma Buenos Aires, con todo el océano Atlántico de por medio, existe una peña sanktpaulista llamada Piratas del Sur, haciendo referencia tanto a su ubicación en el mapa como al apodo más habitual de su equipo favorito. Uno de sus miembros más activos responde al nombre de Jairo Schmidt; pese al apellido, es 100% argento y de germano solo tiene algún ancestro... y la pasión por el equipo, que le llevó hace unos años incluso a dejar su vida como empleado de la petrolera YPF para mudarse a Alemania (previo paso por Copenhague y Berlín) sin siquiera dominar el idioma. Es tal su fanatismo que, ya residiendo de nuevo junto al río de la Plata, no anhelaba otra cosa que volver al estadio Millerntor para asistir al partido más importante de los últimos años.

El problema era bastante evidente: volar desde Sudamérica hasta el norte de Europa no es nada barato. Desde luego, cuesta más que lo que Schmidt se podía permitir. Pero tras quejarse de su suerte en alguna conversación casual con los amigos que conservaba en Hamburgo, a alguien allí se le ocurrió una solución brillante: organizar una colecta que recaudara fondos para costear el pasaje. En un día histórico, un hincha tan fiel como Jairo no podía faltar.

Tratándose del St. Pauli, no podía ser una colecta normal. Se les ocurrió aprovechar una costumbre loable de un país como Alemania, donde el ecologismo ha calado hondo: allí si te tomas una cerveza en el estadio y luego devuelves el vaso de plástico en el que te la han servido, recuperas dos euros del precio pagado por la bebida. Así, moneda a moneda, consiguieron juntar la cantidad suficiente para financiar el billete. También influye que algunos hinchas enterados de la iniciativa ayudaron donando por su cuenta en cantidades mayores, de 20, 50 y hasta 100 euros.

La historia tiene final feliz: Jairo pudo ir a Alemania, sus amigos le recibieron y todos juntos compartieron la alegría del ascenso del St. Pauli en una fiesta que, a juzgar por las redes sociales de Piratas del Sur, no acabará pronto. Ahora la pregunta obvia que te estarás haciendo es por qué hay un grupo de fanáticos argentinos de un club con sede a 11.785 kilómetros en línea recta desde Buenos Aires que no es que tenga un palmarés especialmente nutrido. Lo que en cualquier otro contexto sería incomprensible, para el St. Pauli tiene explicación sencilla.

Porque los de Hamburgo son, probablemente, el mayor exponente mundial de “club de culto”. Más allá de su carácter de entidad “de barrio”, de modesto que lucha contra los colosos germanos (y de vez en cuando se permite el lujo de derrotarlos), el St. Pauli es (quizás paradójicamente) una referencia contracultural. Muy politizado en el lado izquierdo del espectro, siempre comprometido en causas sociales y muy explícitamente identificado con posiciones antifascistas, anarquistas y antirracistas (completamente opuestas al hooliganismo de ultraderecha de otros equipos), sus valores le han hecho ganarse las simpatías de muchos aficionados que, más allá del fútbol, comparten su ideología. La web oficial identifica más de 400 peñas, la mayoría en la misma Alemania, pero muchas otras en todo el continente e incluso fuera de Europa. En el caso argentino, además, se da otro factor curioso: los colores coinciden con los de Platense, equipo porteño no entre los más grandes del país pero sí bastante popular, y algún que otro hincha comparte ambas pasiones por pura afinidad cromática.

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