El regreso de Hazard
Ocho días después de colgar las botas, reapareció en un partido benéfico. Marcó un gol y dio seis asistencias: una, al padre de Mbappé. Jugó con Pirès, Karembeu, Dechamps...
Los rockeros siempre se van a arreones. Anunciando giras de despedida que acaban en hasta prontos. Entonando una última que siempre es la penúltima. Y Hazard no podía ser menos. Sólo ocho días después de colgar las botas, volvió a calzárselas. Lo hizo para participar en un partido benéfico que alineó a una constelación de estrellas: Lehmann, Pirès, Karembeu, Giuly... ¡Y hasta Deschamps, actual seleccionador de Francia! Fue convocado por lo que se llama Variétés CF, un club fundado en 1971 y que se dedica a reunir cracks mundiales para encuentros solidarios. Para este, sonó el teléfono de Eden, que dio el “sí” el 2 de octubre, antes de retirarse. Ya se había comprometido y no falló.
Hazard estuvo en Calais, una pequeña región al norte de Francia donde el gris de la lluvia se pasea más que el alcalde y sus habitantes están poco acostumbrados a salir en las noticias. Pero este partido se jugó en su coliseo: el Estadio de la Epopeya (donde caben 12.000 almas, aunque esta vez hubo unas 5.000). Reapareció Eden, 32 años y 10 a la espalda. Las cámaras del evento lo siguieron en todo momento, desde que llegó a las inmediaciones, hasta que se marchó firmando autógrafos. Se le grabó hasta cuando se calzó las botas en el vestuario. Era Hazard, el mismísimo Eden, volviendo a jugar al fútbol. El cabeza de cartel de un evento que resultó un éxito: recaudó 14.900€ para las Monedas Amarillas (Fundación que ayuda a niños y adolescentes ingresados en hospitales).
Era la excusa perfecta para Hazard, que jugó “el primer partido del resto de su vida”. No lo dice este periódico, sino la misma organización del evento. Así lo catalogó. El belga siempre será como la luna, una figura con dos caras. La luminosa, su palmarés: campeón de una Champions, dos Europas League y cinco Ligas (dos españolas, dos inglesas y una francesa). Que le quiten lo bailao. La oscura, sus últimos años: asociado a la enfermería, alérgico al Bernabéu (llegó a estar 203 días seguidos sin jugar allí) y sin la confianza de nadie (disputó unos paupérrimos 392′ en su último curso). Hazard tuvo una época de su carrera en la que demostró ser capaz de tirar cualquier puerta y, sin embargo, acabó yéndose por la de atrás.
Pero siempre será Hazard, una megaestrella. Y este partido benéfico lo demostró: aclamado por el público cuando sonó su nombre en el videomarcador, rodeado de fotógrafos al saltar al campo (casi 20 flashes lo rodeaban) y levantando una enorme expectación cada vez que tocaba el balón. No jugaba al fútbol desde el 13 de mayo (60′ ante el Getafe, sus últimos de blanco) y la inactividad se notó, pero el contexto hizo que se disimulara. El ritmo del partido, como no podía ser de otra manera, fue lento. Una pachanga en toda regla. Sin defensas que le marcasen con seriedad, ni tácticas (más allá de un dibujo inicial, lo mínimo). La noche iba de dar espectáculo y divertir. Y Hazard hizo ambas.
Asistencia... ¡Al padre de Mbappé!
Todos le buscaban. Sus botas blancas corrían por lo que era más una alfombra roja, que una banda izquierda. Al descanso su equipo ganaba 7-0... y él llevaba un gol y cinco asistencias. Ahí es nada. Su diana fue coser y cantar: pase de la muerte desde la derecha y remate con el interior de la zurda. El portero ni lo intentó. Lo celebró señalando a la grada, que lo ovacionó. Antes repartió felicidad de todas las maneras posibles: a Pirès, a Cabaye, a Giuly. Pero la asistencia más curiosa fue la quinta: ¡al padre de Mbappé! Y es que Wilfried, representante del de Bondy y entrenador francés, participó en el evento. “Yo soy del Barça, pero mi hijo es del Madrid”, confesó hace años, con una sonrisa pícara. Separado de Fayza Lamari, ambos representaron a Kylian durante su juventud. La carrera de Hazard no le llevó a jugar con Mbappé, pero sí a darle una asistencia a su padre.
En la segunda parte la lluvia se hizo fuerte, protagonista. El partido perdió en emoción y Hazard empezó a intervenir menos. Con 9-2 en el marcador, el asunto pasó a ser más un desfile de nombres (muchos cambios y todos queriendo hacer su jugada protocolaria), que un carrusel de ocasiones. Hazard no marcó más (sí dio una sexta asistencia), pero se fue tan ovacionado, que sólo faltó un manteo. Se dio un baño de cariño como pocos. Acabó 11-2 y lo disfrutó. “Ahora es momento de disfrutar de la vida bebiendo unas cervezas Jupiler”, dijo en septiembre. Tan en serio, que unas semanas después se retiró. Ahora es un hombre sin obligaciones. Con las botas colgadas, aunque como los rockeros, ya saben, su adiós siempre será un hasta pronto. De vez en cuando se le verá en eventos como estos. Y quién sabe en qué más. Tras “el primer partido del resto de su vida”, empieza su nueva vida. Runnin’ Wild.
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