NÁPOLES

El final feliz del niño francés obligado a quitarse la camiseta del Nápoles

Antoine, nueve años, tuvo que quitarse la elástica azzurra durante el partido con la Fiore. Fue recibido por sus ídolos y por el alcalde de la ciudad.

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Luciano Spalletti dijo ayer una enorme verdad: “El fútbol es de los niños”. La pasión por el juego nace cuando somos pequeños y, en el fondo, siguen siendo ellos los verdaderos dueños de la pelota. Algo que se olvidaron el pasado 28 de agosto en las gradas del estadio Franchi. Allí Antoine, un niño francés de nueve años, fue obligado por el personal de seguridad a quitarse su camiseta del Nápoles tras haber sido increpado por varios hinchas de la Fiorentina.

Su suerte fue que las cámaras lo enfocaron durante unos segundos con la elástica puesta del revés, y de un tweet nació el caso. Su padre contó la historia y, a partir de entonces, se activaron tanto el Nápoles como el Ayuntamiento de la ciudad sureña para lograr el final feliz, que para Antoine fue todo un sueño cumplido. El niño es de Córcega, su pasión por los azzurri nació gracias a Cavani y sus padres, de vez en cuando, se embarcan con el coche para llevarle a ver al equipo en persona en varias zonas de Italia. Nunca lo vio tan de cerca.

El Nápoles le invitó para el partido con el Liverpool, que terminó con una de las victorias más prestigiosas de su historia, y, el viernes, le acogió en el Konami Training Center. Los partenopei le regalaron camisetas, se sacaron fotos y jugaron a la pelota con él. Después, fue recibido en el ayuntamiento por el alcalde, Gaetano Manfredi, y por el consejero Luigi Musto, que le entregaron una medalla y un escudo de la ciudad. Ayer, sus inolvidables días napolitanos, se acabaron con la agónica victoria sobre el Spezia, vivida en el palco de Maradona.

Spalletti, tras el partido, comentó así la experiencia vivida con él: “Ha sido espléndido ver su cara ante sus héroes, que le abrazaban y tocaban el balón con él. El fútbol es de los niños, no es nuestro. Cuando jugamos, volvemos a serlo y si no lo hacemos, no sabemos jugar. Tenemos que defenderlos”. Antoine no olvidará estos días, pero la esperanza es que tampoco lo hagan los demás. Su historia debe ser el último caso de un niño obligado a renunciar a sus colores en un campo de fútbol.

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