Baño del PSG en el Clásico

Una humillación sin precedentes, una superioridad abrumadora, una victoria de quilates, fue la que le infligió el Paris Saint-Germain a su máximo rival, el Marsella, en un Vélodrome, considerado de los estadios más difíciles de Europa, en el que no pierde en la Ligue 1 desde hace 13 años y que ha convertido en su jardín particular. No hubo Clásico, sino una victoria aplastante de un equipo, el de Luis Enrique, que, con el 0-3, se consolida todavía más en lo alto de la clasificación de una liga en la que no tiene rival y en la que se pasea cada temporada en el sur de Francia.

Porque la roja de Harit, en el minuto 20, muy litigiosa porque no vio a Marquinhos, no hizo más que acelerar la crónica de una muerte anunciada. El PSG salió a barrer al Marsella, mientras que los de De Zerbi, con jugadores temblando en el campo, sin una posesión de más de diez segundos, fueron fósiles por el terreno de juego.

El gol de Joao Neves en el minuto 6 solo fue el prefacio de un primer tiempo en el que el PSG se recreó y en el que machacó al Marsella. La roja de Harit, muy discutida, no es la causa para explicar un dominio tan aplastante. Con diez, si el Marsella ya estaba herido, la expulsión fue su sentencia de muerte.

Los parisinos, a medio gas, sin pisar el acelerador, pusieron tierra de por medio. Balerdi fue la viva imagen del Marsella. Un central que rindió de maravilla la temporada pasada, pero sobrepasado por la exigencia de un partido de este calibre. El argentino se marcó en propia puerta y el OM murió definitivamente. El 0-3 de Barcola y las ocasiones que se sucedieron sin freno, provocaron que muchos aficionados del OM, hartos de la vergüenza que estaban presenciando, se marcharan del Vélodrome sin haber ni siquiera terminado el primer tiempo.

El PSG convirtió el segundo tiempo en un rondito, en una secuencia de pases incesante en la que el Marsella solo podía ser un espectador de lujo. Y, ante la superioridad numérica, también futbolística, las ocasiones se sucedieron. Barcola perdonó con la izquierda y también Dembélé, al que la portería se le hace diminuta cuando está solo ante el portero. El partido acabó 0-3 porque así lo quiso el líder de la Ligue 1, arrollador desde el inicio contra un rival que no compareció en el terreno de juego.

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