REAL SOCIEDAD

Fin a una sequía de 512 minutos que ponía en riesgo la temporada

Kubo y Merino firman la victoria en Son Moix con la que la Real pone fin a cinco partidos seguidos sin marcar, y de paso vuelve a ganar en Liga, algo que no hacía desde enero.

CATI CLADERAEFE

Más de 500 minutos después, cinco partidos después, la Real Sociedad volvió a marcar. Y fíjense qué casualidad, volvió a ganar. Si es que esto del fútbol no tiene misterio alguno. Sin gol no hay fiesta. Sin gol no hay premio. Y ya puedes dominar el partido, someter al rival y hasta tener cien llegadas al área contrario... si no marcas, de nada sirve todo eso. El fútbol son goles. Que se lo digan a esta Real de Imanol. Probablemente, en el partido en el que menos ocasiones claras ha generado de sus últimos encuentros es cuando ha conseguido ganar el partido. ¿Por qué? Porque ha aprovechado las que ha tenido. Eso es lo que hizo en Mallorca para acabar con una sequía que empezaba a ser ya preocupante y que tenía absolutamente bloqueados a los jugadores txuri-urdin.

No era normal lo que le estaba pasando al equipo donostiarra. No lo era porque con todo lo que estaba haciendo bien en cada partido, el premio que recibía era escaso. Fíjense que no ganaba en liga desde enero, poniendo en riesgo su candidatura europea y todo el gran trabajo que había hecho hasta la fecha. Y toda la culpa era de su falta de puntería, que no de gol. Porque la estadística decía que llevaba los mismos goles que otras temporadas a estas alturas. Pero de repente se había quedado sin acierto. Sus delanteros aportan más bien poco, su capitán Oyarzabal no está porque sigue lesionado, sus extremos no marcan como en la primera vuelta, y sus centrocampistas no llegan a posiciones de remate como en otros momentos de la temporada.

Todo suma para no sumar. Y todo eso se va sumando en la mochila del equipo y acaba generando un estado de excitación que sólo provoca nervios, y los nervios llevan a que cada vez se juegue peor. Y eso es lo que le empezó pasando en Son Moix, con el agravante de que el Mallorca marcó en su primera aproximación. Una vez más el rival le hacía, además, mucho daño con muy poco. Increíble. El panorama pintaba negro, porque el equipo bermellón se iba a encerrar en su campo para defender con uñas y dientes ese resultado. El mismo rival al que tienes que super en la vuelta de la semifinal para volver a otra final de Copa. Con el peligro de que subiera su moral viendo que podía ganar a la Real con un poco de acierto arriba y un buen trabajo defensivo.

Menos mal que, por fin, el acierto se puso del lado donostiarra. Y todo lo que había costado horrores marcar en anteriores partidos, en Son Moix entró con mucha menos insistencia. La primera que tuvo Kubo entró en la portería bermellona. La Real volvía a marcar. Más de 500 minutos después. Parecía mentira. Casi había que pellizcarse para creérselo. Y como si eso fuera lo que necesitaran los donostiarras para desbloquearse, el equipo de Imanol se lanzó a por el segundo, que no estuvo lejos antes del descanso. Los realistas se quitaron una pesada losa de encima y jugaron más liberados. O eso parecía. Aunque con uno más sobre el campo, y teniendo en cuenta que desde enero no ganaban en liga, faltaba la segunda parte del asunto: volver a ganar. Sino la alegría sería menos alegría.

La insistencia tuvo premio al final, cuando parecía que se volvía con un punto a casa. Merino metió la cabeza para imponerse por enésima vez a sus rivales por arriba, y daba un triunfo a la Real que vale más que tres puntos. Porque sirve para cortar de raíz una dinámica peligrosa en la que estaba metido el equipo donostiarra. Borrar tantas dudas de un plumazo y dar su justo premio a quien lo merece sirve de mucho. Sirve para seguir creyendo en este proyecto y darle el impulso necesario para afrontar tres semanas que serán decisivas para definir el futuro de la temporada. Ahora todo se ve con otros ojos. Cuanta falta hacía marcar y ganar.

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