CHAMPIONS
Nápoles-Eintracht, un día de infierno en la ciudad
“Hemos sido rehenes de los vándalos”, denunció hoy el alcalde Manfredi. Los 700 alemanes viajaron a pesar de la prohibición en busca de peleas. De Laurentiis pidió la intervención de Ursula von der Leyen.
El Nápoles-Eintracht de ayer, además de representar un partido histórico para los azzurri, que por primera vez en su historia llegaron a los cuartos de final de Champions, se recordará en la ciudad por una de las peores tardes de fútbol de las últimas décadas. Las autoridades italianas habían vetado la presencia de los hinchas visitantes tras las peleas que tuvieron lugar en Frankfurt y causaron heridos y nueve detenidos. El Eintracht se posicionó en contra de la medida, ganó un primer recurso en el Tribunal Administrativo Regional, pero no pudo evitar la segunda medida del Ministerio del Interior italiano, que vetó la venta de entradas para los residentes en Frankfurt en lugar de todos los de Alemania.
Mientras el club anunciaba nuevos recursos (“por defender los derechos de los hinchas”) y la propia UEFA, con Ceferin a la cabeza, definió “inaceptables” las medidas de Italia, en torno a 700 ultras viajaron a Nápoles a pesar de la prohibición. Regatearon los controles llegando a Salerno el martes e invadieron la ciudad en tren, ayudados por un centenar de ultras del Atalanta, rivales históricos de los azzurri. A partir de entonces, el centro de Nápoles vivió horas de tensión máxima.
En la noche de la llegada, hubo un primer intento de pelea con lanzamientos de bengalas hacia los buses que ocupaban los visitantes. El miércoles, por la mañana, los 700 empezaron a desfilar por el centro histórico de la ciudad, provocando e insultando a los locales y causando varias riñas. La policía decidió llevarlos a la Piazza del Gesú, corazón del centro histórico, donde viven la gran mayoría de los ultras napolitanos. Los alemanes y los de Bérgamo rechazaron subir a los buses que el Ayuntamiento de Nápoles había organizado para su regreso al hotel, esperando durante un par de horas llegada de sus rivales. Que aparecieron, en torno a las cuatro y media de la tarde: 200 napolitanos buscaron el contacto y la policía logró evitarlo, recibiendo lanzamientos de petardos y objetos. La batalla campal se desató también en el otro lado de la plaza, con los alemanes que se enfrentaron a las fuerzas del orden y destrozaron todas las terrazas de los bares de la zona. Todo eso en una plaza siempre repleta de turistas, con ancianos y niños que huyeron aterrorizados.
El balance fue de seis agentes heridos y un coche de la policía quemado, entre otros destrozos. La batalla, sin embargo, no había terminado. Por la noche, tras el partido, hubo más enfrentamientos en la zona del Lungomare, la del hotel de los alemanes, con más lanzamientos de objetos y más destrucción para restaurantes y bares. De momento, la policía arrestó a siete personas, de las cuales tres son alemanes, aunque el número de los detenidos subirá.
Esta mañana los 700 dejaron la ciudad, la tranquilidad volvió y el prefecto de Nápoles, Claudio Palomba, el alcalde Gaetano Manfredi y Aurelio De Laurentiis hablaron en rueda de prensa para denunciar lo ocurrido. El presidente del Nápoles atacó a Ceferin (“no voy a hablar de él hasta el final de la temporada, se comenta solo”) y el alcalde hizo lo mismo (“Sus declaraciones fueron inaceptables”), describiendo las horas de tensión que vivió: “Nuestra ciudad ha sido rehén de unos vándalos. Vetar las entradas no es suficiente, hay grupos que se mueven como ‘turistas’ y necesitamos ayuda a nivel más alto para evitar que eso ocurra. Vamos a pedir indemnizaciones para todos los afectados”. De Laurentiis reiteró su batalla en contra de los hinchas violentos (“en el estadio hay niños y no se puede permitir que haya drogas y peleas”), pidió aplicar leyes “como las de Inglaterra” y la intervención de la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen: “Debe interesarse por el fútbol, no se puede dejar todo en las manos de alguien que disfruta de una posición tan dominante”. El prefecto recordó que, a pesar de la batalla campal, se ha conseguido “evitar contactos entre las hinchadas durante 48 horas”. Y que, con la venta de entradas, “en lugar de 700, hubiesen llegado 2700, con todas las consecuencias que habría causado esto dentro y fuera del estadio”.
Ayer, durante el partido, el Eintracht posicionó una camiseta con el dorsal 12 sobre su banquillo. El técnico Glasner confirmó que era un homenaje a sus hinchas ausentes en el estadio, pero no quiso comentar lo que causaron los ultras en la ciudad: “Hablemos de deporte”.