LAS PALMAS-ESPANYOL

Constantin Galca pinta el horror como obra de arte

Que el Espanyol necesita un partido más para salvarse es una realidad tan apabullante como que si el equipo sigue así se va a Segunda.

CARLOS DIAZ RECIO

Situación. Retratar el horror también puede ser una obra de arte, como el Guernica de Picasso o los cuadros de Caravaggio, apodado el pintor de la oscuridad. Seguro que él con su pincel hubiera mostrado mejor que estas líneas lo que se vio esta noche en Las Palmas, el horror perico convertido en una obra de arte, cuyo protagonista es Arlauskis, que sale a un gol recibido cada 18 minutos, y su pintor Galca, quien comenzó ante Las Palmas hace una vuelta esperanzando a todos y ahora ha alimentado las esperanzas de los rivales por salvar la categoría a costa del Espanyol.

La portería. La titularidad de Arlauskis ya fue un guiño al destino, un golpe maestro del enterrador, un brochazo magistral. No salió mal el Espanyol, punzante en ataque, con Burgui y Hernán aportando profundidad y ocasiones. Un engaño visual. El horror se empezó a escenificar por obra de El Zhar. No es ruso, pero con su tanto envió a los pericos a Siberia. Y luego fue Viera. Fueron dos acciones en las que el lituano pudo hacer más, pero era parte del retrato del horror, que no da lugar a brillos.

Confianza. El horror también es un monstruo que se disfraza con muchas caras, y algunas de ellas se resumen en la organización defensiva. Los jugadores no saben qué hacer, no tienen confianza, cegados por una oscuridad que les absorbe cual agujero negro. Todos parecen peores de lo que son, van dando tumbos por la Liga, pero siempre acaban siendo cómplices de ese horror que viene de Transilvania. ¿Quién jugará ante el Sevilla? ¿Pau o Arlauskis?

Fiesta amarilla. El horror perico solo contentó a Las Palmas, que se lo pasó en grande, festejando una temporada de ensueño, guiados por Quique Setién, el Cezanne de los banquillos. Hasta Wakaso, ese jugador que despertaba cachondeo en su año de blanquiazul, ese hombre que a veces recuerdan los aficionados en sus cánticos, hizo el cuarto. Su sonrisa era maléfica.

Crítico. Que el Espanyol necesita un partido más para salvarse es una realidad tan apabullante como que si el equipo sigue así se va a Segunda. No es un problema de entorno ni tampoco de plantilla, sino de nefasta gestión del entrenador, incapaz de hacer crecer a este equipo, de dotarle de una estabilidad o de hacer cambios lógicos. Es el Espanyol un sinsentido.

Fin del mundo. Ganar ante el Sevilla es acabar con este horror que ya merece un premio. No hacerlo es condenarse a otro final agónico con un equipo que va en caída libre y sin experiencia. Confío en ellos, pese al entrenador.

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