Vingegaard es el jefe

El pelotón de La Vuelta amaneció conmocionado. Un colega, Nathan van Hooydonck, había tenido un tremendo accidente de tráfico tras sufrir un infarto al volante de su coche. Su mujer, embarazada de ocho meses, viajaba en el asiento de atrás. Van Hooydonck peleaba por su vida en un hospital belga cuando la carrera tomó la salida en Liencres de la 16ª etapa, un recorrido monopuerto con final en el inédito Bejes: 4,8 kilómetros al 8,8%, con tramos del 17%. Un día ideal para que el Jumbo-Visma buscara la victoria con pedalada firme en homenaje a uno de los suyos. Faltaba saber con cuál de sus tres puntas del tridente. Finalmente fue Jonas Vingegaard, el bicampeón del Tour, el jefe supremo.

Los cazadores de etapa persiguieron la escapada desde la salida, con un nombre en común en todos los intentos: Kaden Groves, el maillot verde. El velocista australiano no podía aspirar a coronarse en Bejes, pero entrar en el corte era la mejor manera de asegurarse los 20 puntos en el esprint intermedio de Unquera. Groves cogió su tajada y se dejó caer al grupo. No era un día para alegrías, como pudieron verificar poco después sus compañeros de fuga: Julius van den Berg, Nicolas Prodhomme, Max Poole y Joel Nicolau. El Jumbo quería la etapa.

El rodillo amarillo lideraba el pelotón en la aproximación a Bejes cuando Radio Vuelta cantó una caída. Las imágenes de televisión mostraron a un corredor en el suelo. “¡Nooooooo!”, fue la exclamación unánime cuando se identificó al herido. Era Luis León Sánchez, el veterano de 39 años que el día antes, durante la jornada de descanso en Cantabria, había anunciado su retirada del ciclismo al término del curso. Una razón de su adiós había sido, precisamente, su dura caída en el último Tour y el mal rato que pasaron sus dos hijos. Otro accidente en la ronda española era un final cruel para un ciclista de notable palmarés, ganador de cuatro etapas en la Grande Boucle. El alivio llegó rápido cuando se anunció que Luisle se había levantado para continuar en carrera. Entró último, a 19:01 minutos, pero sigue en pie, sin fracturas que lamentar. El de Mula no merecía salir del ciclismo por la puerta de atrás.

La caída de Luisle prolongó el nerviosismo hasta la meta, porque en ese preciso momento comenzó a llover fuerte, lo que provocó que el resto de equipos con gallos buscaran igualmente las primeras posiciones a una decena de kilómetros del final.

El plan estaba preparado para Roglic, el más rápido del tridente, el ciclista que mejor se agarra a esas pendientes, pero antes saltó Vingegaard, con una estrategia similar al Tourmalet. Son dos subidas que no se parecen ni de lejos, pero la táctica fue la misma: la arrancada del ciclista más alejado en la general del tridente del Jumbo para calentar a los rivales. Vingegaard hizo camino, sin que por detrás reaccionara ningún oponente, así que aprovechó la oportunidad, con Roglic y Sepp Kuss ejerciendo de secantes. El propio Primoz arrancó luego del grupo en busca de una exhibición parecida a de la etapa reina, pero esta vez no tuvo las mismas piernas. Tampoco Kuss, que entró un poco cortado.

La segunda victoria de Vingegaard, acompañada de un mordisco de 1:15 en la general, cambia el panorama de la clasificación, donde la candidatura del danés, y en consecuencia la opción del doblete Tour-Vuelta, gana enteros en su figura. Kuss mantiene el maillot rojo, pero solo con 29 segundos sobre el danés, mientras que Roglic pasa a ser tercero, a 1:33. Este miércoles se sube el Angliru, bienvenidos al infierno, con el tridente del Jumbo desencadenado. ¡Va por ti, Nathan!