Primer zarpazo de Pogacar

La gran interrogante del Tour de Francia 2024 ya está despejada. O quizá no. ¿Cómo ha llegado realmente Jonas Vingegaard para la defensa de su dorsal 1? El danés llevaba sin correr desde abril, cuando una tremenda caída le envió 12 días al hospital de Vitoria con un neumotórax. Si ya era difícil venir al Tour, más todavía hacerlo en condiciones de disputarlo. Pero el ciclismo exhibe a veces estos milagros. Tadej Pogacar tenía la llave para responder a esa pregunta en los primeros días de carrera. En la etapa inaugural, el UAE se limitó a mover un poco el árbol en uno de los siete puertos, sin rematar. En la segunda, el esloveno atacó en San Luca, pero Vingegaard replicó con solvencia. La clave estaba este martes en el madrugador Galibier, en el cuarto día de competición. La Grande Boucle nunca había propuesto un coloso de estas dimensiones tan pronto. Ahí es imposible esconderse. Era la prueba del algodón. Para el bicampeón y para todos.

El endiablado ritmo de subida del UAE Team regó de víctimas los 23 kilómetros de tendida ascensión del Galibier, que se encaraba por la vertiente del Lautaret, teóricamente la menos dura. Wout van Aert fue el primer ilustre que se descolgó del grupo. Luego reventó el maillot amarillo, Richard Carapaz, que se cae de la lucha por la general, como tantos otros, tras ceder 5:28 minutos. Después explotaron Enric Mas y Pello Bilbao, que se dejaron 4:40, además de Egan Bernal, Geraint Thomas, Matteo Jorgenson, Jai Hindley... Mientras, Primoz Roglic hacía la goma, pero es un veterano que sabe sufrir. La leyenda de los Alpes golpeaba sin piedad.

El ataque anunciado tardó en llegar. Pogacar no demarró hasta el kilómetro final, con esa potencia que congela las piernas de sus rivales. Menos de uno. Vingegaard volvió a ser el único capaz de repeler la andanada inicial, pero sin resistir a rueda, a cierta distancia. El danés coronó a 8 segundos del esloveno, una renta que parecía neutralizable, pero en la meta se convirtieron en 35. Un buen zarpazo, aunque nada definitivo. Remco Evenepoel holló a 14″. El resto de supervivientes, a una veintena. Ahí comenzó una larga persecución en el descenso hacia Valloire, de la que pronto se borró el belga, totalmente bloqueado por viejos fantasmas, pero con el suficiente orgullo para remontar en el llano hasta la segunda plaza. Tal vez eran los mismos fantasmas que ralentizaron a Vingegaard. Las heridas físicas de entonces duelen ahora en el alma.

También destacaron Carlos Rodríguez, un brillante descensista que el año pasado fraguó su éxito en la bajada del Joux Plane; un resucitado Primoz Roglic, que conoce por experiencia que hasta el rabo todo es toro, y un inmenso Juan Ayuso, que reservó fuerzas tras su sacrificio en la subida para cruzar la meta tercero, con lo que arañaba un bonus extra de cuatro segundos que incrementan su recolecta personal y restan la bolsa de los rivales del jefe. Esta primera criba dejó a tres españoles en el top-10, si bien dos de ellos ejercen funciones de gregarios en esta edición. Ayuso, escudero de Pogacar, es cuarto a 1:10. Rodríguez, el líder del Ineos, sexto a 1:16. Y Mikel Landa, el faro de Evenepoel, séptimo a 1:32.

Pogacar pegó una incisiva dentellada a sus oponentes para recuperar el maillot amarillo, pero la carrera no queda, en ningún caso, sentenciada. Con la suma de las bonificaciones, el reciente vencedor del Giro de Italia lidera la clasificación con 45 segundos sobre Evenepoel, cuyo rendimiento en el Tour carece de referencias. Puede ir a más. O a menos. Quien seguramente crecerá con el paso de las etapas es Vingegaard, ahora tercero a 50 segundos. Si descartamos las diferencias de las bonificaciones y del descenso, Jonas no está tan lejos de Tadej. El esloveno lo sabe. Por lo que todos los mordiscos que pueda dar en esta primera semana, son una inversión de futuro. El viernes llega la contrarreloj. Otra prueba del algodón. Para todos. Todavía hay interrogantes que despejar. Y esto acaba de empezar.

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