Pogacar no se cansa de atacar

Tadej Pogacar despejó la incógnita que había dejado su amago de crisis en el Macizo Central de la manera que mejor sabe, con un importante zarpazo en la primera de las dos etapas de los Pirineos. Siempre al ataque. Le bastó un demarraje en el último puerto de la jornada, Saint Lary Soulan, para demostrar que sigue siendo el más fuerte de este Tour de Francia, que ni había un desfallecimiento propio, ni la remontada de Jonas Vingegaard. El esloveno es hoy más líder, casi dos minutos sobre el danés. Y todavía falta este domingo la que muchos señalan como la etapa reina en Plateau de Beille.

El último contacto con la montaña, el pasado miércoles, había abierto algunas interrogantes que sólo podían resolverse este fin de semana en los dos etapones pirenaicos. Vingegaard había sido capaz de neutralizar más de medio minuto a Pogacar, hasta ese día el gran dominador de la ronda, y de batirle en el esprint de la meta, cuando el esloveno es habitualmente más rápido. El desenlace desplegó ciertas dudas sobre el maillot amarillo. ¿Había sufrido un mal día puntual o su forma estaba en descenso? Y tampoco radiografiaba el estado concreto del danés, aunque sí confirmaba el crecimiento de su pedalada. Sólo los colosos montañosos del Tour podían desvelar estas claves. El gran duelo estaba servido. ¿Quién iba a atacar a quién? Ya saben la respuesta.

El Tourmalet era el primer desafío, pero su ubicación en el trazado, muy lejos de la meta, en concreto a 62 kilómetros, y con otros dos puertos por delante, aplazó la batalla. Nils Politt, un llaneador, hizo una ascensión sublime al frente del UAE Team. El Hourquette d’Ancizan tampoco invitó al ataque, aunque parecía confirmar que Pogacar iba con ganas. Ahí tomó la cabeza Marc Soler, que hizo su labor, antes de pasar el testigo en el último puerto a João Almeida. Un trabajo en cadena que remató Adam Yates, pero no tirando del grupo, sino con un ataque a siete kilómetros con un doble rol: provocar a los rivales y servir de enlace a su líder. Ocurrió solo lo segundo.

Pogacar atacó a 4,5 kilómetros y tomó la rueda de su compañero. Como siempre, Vingegaard resistió a cierta distancia. En esta ocasión, también Remco Evenepoel. Lo intentó igualmente Carlos Rodríguez, pero sin éxito. El primer acelerón del esloveno nunca tiene réplica. Y es habitual no volver a verle hasta la meta. El maillot amarillo abrió brecha hasta pegarle un bocado de 43 segundos a su gran rival, bonificaciones incluidas. Esta vez no hubo neutralización del danés. Pogacar dio un mordisco notable, que le ratifica como líder de la general con 1:57 minutos. Una renta muy seria. Y no se cansa de atacar.

Como en toda jornada de gran montaña, también hubo un grupo a la fuga de una veintena de corredores, que se fue seleccionando con el paso de la dureza. Entre ellos se metió Oier Lazkano, que tuvo el honor, pero sobre todo las piernas, para coronar el Tourmalet, que guardaba en su cima el Souvenir Jacques Goddet. El vitoriano se convirtió en duodécimo ciclista español que cruza en cabeza el puerto más importante de la historia del Tour, que inscribe antecesores tan relevantes como Bahamontes, Julio Jiménez, ambos tres veces, Poblet, Gandarias, Gonzalo Aja, Cabestany… El ciclista del Movistar llegó destacado a pie de Saint Lary, acompañado de otros cuatro buenos galgos, Gaudu, Meintjes, Kwiatkowski y Healy, con una insuficiente ventaja de 1:20 sobre el grupo de los gallos. Oier no resistió el primer arreón de sus colegas escaladores. Da igual, ya se había llevado un premio gordo: su nombre en la historia de los Pirineos. Mientras por detrás se acercaba el gran ogro para devorarlos a todos.

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