Philipsen caza a Girmay

Jasper Philipsen impuso su velocidad en la soporífera 16ª etapa del Tour de Francia, que albergaba en Nîmes el supuesto último esprint de la presente edición, la última oportunidad de los lobos de la recta final, una vez que este año no habrá paseo por los Campos Elíseos de París, sino una contrarreloj de cierre en Niza. El belga ha enmendado su mal inicio de carrera con su tercera victoria parcial, con lo que empata al otro gran velocista del certamen, Biniam Girmay, que en esta ocasión ni siquiera pudo defender su corona, porque se cayó en una de las últimas curvas, a poco más de un kilómetro. El eritreo se hizo daño, como demuestran los gestos de dolor y el remolque de sus compañeros del Intermarché en la llegada. El futuro del maillot verde peligra a cinco días de la clausura.

Hay un aprendizaje apoyado en la experiencia de un deporte centenario que avisa de la amenaza de las jornadas de reposo. Al día siguiente del parón, el Tío del Mazo, que diría Perico Delgado, suele tener trabajo extra. Si no has descansado de manera conveniente, las crisis se pueden cebar con tus piernas. Hay carajas históricas que servirían como ejemplo. Así, a bote pronto, el Tour vivió una de las mayores pájaras de Jacques Anquetil tras haberse pegado una buena fiesta en Andorra. Aunque no hacen falta juergas para recibir el mazazo. Los equipos, cada vez más profesionales, conocen estos riesgos. Da por pensar que también los organizadores. Y que los evitan. Porque eso ocurre, lógicamente, cuando el trazado del día después tiene dificultades para el pelotón. No ha sido el caso de la presente edición.

Las dos jornadas de descanso del Tour de Francia 2024 se han convertido en cuatro días de descanso. Por la cara. Dos de ellas en el hotel y otras dos sobre la bicicleta. La semana pasada, en Saint Amand Montrond, la etapa llegó con más de un cuarto de hora de retraso. Por no haber, no hubo ni intentonas de fuga, salvo un amago con la mirada más puesta en el esprint intermedio que en la meta. En aquella ocasión, ganó Philipsen. Este martes, en Nîmes, se repitió más o menos el guion. Es verdad que no se circuló tan despacio, pero aun así se llegó con una demora de cinco minutos. Y que hubo un aventurero, Thomas Gachignard, que recorrió 67 kilómetros de escapada, una vez que obtuvo el plácet después del esprint de rigor, que se anotó Bryan Coquard. Pero el grupo principal se lo tomó con calma hasta los últimos kilómetros. Y otra vez venció Philipsen, el velocista que más jugo le ha sacado a estas jornadas de tostón y bostezo.

Como el ciclismo lo carga el diablo, y en especial el Tour, el rápido final provocó una caída que cazó a Girmay, una presa de alto rango. Con la competencia mermada, Philipsen venció con solvencia a Phil Bauhaus y sumó su tercer triunfo de esta edición, que a la par es el noveno en sus tres participaciones en la Grande Boucle. También es cierto que con un lanzador como Mathieu van der Poel, todo es más fácil. El accidente de su rival, además, le acerca al maillot verde. La historia no se reeditará en la presente edición. Por fortuna. Miércoles y jueves habrá dos etapas de media montaña, con escapadas a porrillo y posibilidad de movimientos tácticos. Viernes y sábado, dos jornadas de alta montaña en los tradicionales Alpes, que regresarán a la carrera tras el efímero paso por el Galibier del cuarto día. Y el domingo, la contrarreloj final. No creo que volvamos a bostezar.

Tadej Pogacar, por cierto, corrió este martes su 100ª etapa en el Tour desde su debut en 2020. De ellas, ha cubierto 34 enfundado en el maillot amarillo. Impresionante porcentaje.