El épico colofón de Bardet

Romain Bardet había subido dos veces al podio del Tour: segundo en 2016 y tercero en 2017. Había acabado en el top-10 en otras cuatro ocasiones. Había lucido el maillot de la Montaña en París en 2019. Había sido elegido el más combativo en 2015. Había ganado tres etapas, dos en los Alpes y una en los Pirineos, antes de la que conquistó este sábado en Rímini. Pero nunca había vestido el maillot amarillo. Un bello colofón en el último Tour de su vida para un ciclista que ha sido protagonista en la última década de la carrera. Buena parte de esa túnica se la debe a su compañero Frank van den Broek, superviviente de la fuga del día, que le lanzó hacia la victoria en un pulso agónico con el pelotón. Fue un bonito final que compensó la falta de movimientos entre los gallos.

El Tour de Francia 2024 comenzó en tierra de campeones. De la Florencia que vio nacer a Gino Bartali a la Rímini que vio morir a Marco Pantani. Esta fusión de históricos italianos invitaba a la batalla a través de un itinerario de media montaña con siete puertos y 3.600 metros de desnivel sobre 206 kilómetros. Una dureza inédita en los arranques de la Grande Boucle. Un reclamo para los más grandes, que en esta edición hay varios. O quizá un freno para alegrías tan tempraneras. Queda mucho Tour, dijeron los gallos. Y dejaron el espectáculo en las piernas de otros.

El guion incumplido anunciaba un movimiento de Tadej Pogacar para probar a Jonas Vingegaard, que llevaba casi tres meses sin competir, desde aquella caída en la Itzulia que le envió al hospital con un neumotórax. El simple hecho de que haya tomado la salida para defender su bicampeonato ya es un éxito para el danés. El UAE Team sí tanteó en la cuarta subida de la jornada, en el Barbotto, pero el endurecimiento no inmutó aparentemente a Vingegaard. Algo debieron ver los pupilos de Matxin que no insistieron más. De hecho, fue el propio Visma el que tomó la cabeza del pelotón a una treintena de kilómetros. El mensaje era claro: ‘Estamos intactos’. Este domingo, en la doble subida a San Luca, tendrán que volver a demostrarlo. Y, sobre todo, el martes en el Galibier.

La primera etapa del Tour fue inaugural en todos los sentidos. Presenció la primera caída, que sufrió Jan Hirt, gregario de Remco Evenepoel, cuando se enganchó con la mochila de un espectador y se dejó tres dientes antes incluso de tomar la salida. Acogió los primeros ataques, en los que estuvo muy activo el debutante Raúl García Pierna, hijo de Félix García Casas. Y también la primera escapada, donde se metió Ion Izagirre, un clásico en estos recorridos tipo clásica, que luchó por el primer maillot de la Montaña, que finalmente se enfundó Abrahamsen, un noruego de nombre Jonas. La fuga no llegó, pero uno de sus integrantes fue clave en el desenlace. Van den Broek esperó la contrarréplica de Bardet para conducirle al éxito en una épica cabalgada a dúo del equipo DSM.

Otro campeón, Mark Cavendish, vivió la cara opuesta, la más amarga. El inglés conoce bien la gloria del Tour, ha alzado 34 veces los brazos como ganador de etapa, tantas como Eddy Merckx, el más grande entre los grandes. A sus 39 años, Cavendish sigue en activo con la única misión de conquistar la 35ª para desempatar por el Caníbal, pero de entrada le ha tocado sufrir de lo lindo, con una indisposición que le relegó a los infiernos desde la primera cota del día. Seguramente los mismos males que enviaron a su compañero Michele Gazzoli a casa, el primer abandono del Tour. Su grupo cedió 39:12 minutos, dentro de los generosos límites de fuera de control de la ronda francesa. Al menos ganó a Fabio Jakobsen, el farolillo rojo. Algo es algo.

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