Asgreen tumba el esprint

Después de la tempestad, llegó la calma. Y eso es mucho decir en una carrera tan trepidante como el Tour de Francia, donde la sorpresa espera a la vuelta de cada esquina, a veces con un mazo en la mano. Que se lo pregunten a Tadej Pogacar. Y también a Kasper Asgreen, el ganador de la etapa. Esa calma parecía traducirse en el guion clásico de estas jornadas abonadas al sopor: escapada, caza y esprint. Pero el deporte no entiende de guiones. El compatriota de Jonas Vingegaard se impuso en el cuarteto de fugados, con el aliento del pelotón en el cogote. No hubo esprint, sino cuatro héroes. Y un ilustre vencedor, Asgreen, que a sus 28 años se ha estrenado en una grande y ha inscrito su nombre en Bourg en Bresse junto a los de Thor Hushovd (2002) y Tom Boonen (2007). Una ciudad de clasicómanos. Y un Tour que habla danés

La escapada, que originalmente parecía condenada a morir, estuvo formada por Kasper Asgreen, Victor Campenaerts, Jonas Abrahamsen y Pascal Eenkhoorn, que no son precisamente ciclistas de segunda fila. Todo apuntaba a que habían elegido el día equivocado para ganar la etapa. Pero las piernas del pelotón ya no van tan frescas en la 18ª jornada de competición. Y hubo partido hasta final. Asgreen ha ganado el Tour de Flandes en 2021 y la Kuurne-Bruselas-Kuurne en 2020, es un clásicomano puro del mundo del pavés. Campenaerts posee una etapa en el Giro y ha ostentado el récord de la hora, es un poderoso rodador. Eenkhoorn, su compañero del Lotto, fue campeón neerlandés el año pasado. Y Abrahamsen tiene menos currículo, pero en este Tour estudia un curso intensivo. Fueron cuatro potentes caballos que mantuvieron un pulso victorioso contra los equipos de los esprinters, cada vez más deteriorados.

De hecho, Eenkhoorn se incorporó más tarde al trío, llegó de refresco para impulsar la fuga hasta el final. Antes tuvo un encontronazo con Jasper Philipsen, que taponó mafiosamente uno de sus ataques. Fue la polémica del día. El velocista belga, que aspiraba a su quinto triunfo en este Tour, acabó cuarto, con el mismo tiempo que tres de los fugados. A la persecución le faltó cincuenta metros. O menos. Fue un desenlace vibrante, espectacular, en uno de esos días en los que el aficionado está más preparado para la siesta y el bostezo que para las emociones fuertes. Es de agradecer.

Mientras el pelotón enfilaba este viaje de 185 kilómetros entre los departamentos de Saboya y de Ain, dando ya la espalda a los Alpes, los comentarios y los análisis profundizaban sobre el hundimiento del Pogacar del día anterior. No fue inesperado que Pogi cediera ante Vingegaard, en un duelo siempre pierde uno, pero sí el batacazo y la brecha. El Tour ha pasado de ser uno de los más igualados de siempre a todo lo contrario. Hay datos: después de 13 etapas, la diferencia entre ambos era de nueve segundos, la sexta más baja; y después de 17, los 7:35 minutos que recogen la clasificación son la renta más alta entre el primero y el segundo desde 1981.

Con estas cábalas, la carrera avanza hacia los Vosgos, la quinta cordillera que acogerá al pelotón tras los Pirineos, el Macizo Central, el Jura y los Alpes, un muestrario de montañas que han presenciado fieras batallas entre los dos gigantes del Tour. La última cita, el sábado, llegará en una situación muy diferente. Pogacar, si recupera las piernas, podría tirar de orgullo en busca de un simbólico triunfo. Pero ya no será lo mismo. El Jumbo va tan sobrado, que este mismo jueves se retiró Wout van Aert para asistir al nacimiento de su hijo. Otra gran victoria para celebrar. Vingegaard, sin uno de sus fieles, viaja plácidamente a París en busca de su segundo Tour, los mismos que tiene Pogacar. Ya se habla de la revancha en 2024. El desempate.