CICLISMO | E3 SAXO CLASSIC

Van Aert culmina una oda al ciclismo en el ensayo para Flandes

El belga revalida una E3 para el recuerdo, marcada por el Taaienberg de Van der Poel, el Paterberg de Pogacar y la victoria del belga. Jorgenson y Cortina, cuarto y quinto.

DAVID PINTENSAFP

Allí estaban los mismos que en la Milán-San Remo ofrecieron un espectáculo magnífico. Allí estaban los mismos que en poco más de una semana (2 de abril) perseguirán el Tour de Flandes, el segundo Monumento de la temporada. Y Wout van Aert se llevó el ensayo general, revalidando su triunfo del año pasado en Harelbeke. 40 de las 64 ediciones de la carrera habían sido para belgas. Cae otra en una E3 Saxo Classic para el recuerdo. Una oda al ciclismo. Un episodio compuesto por tres capítulos: el Taaienberg de Van der Poel, el Paterberg de Pogacar y la victoria de Van Aert en un esprint entre los tres, perfectamente en paralelo. Era el que más había guardado a lo largo de la carrera y, seguramente, el que más había sufrido, pero lo tenía claro. “Estaba centrado en el esprint”, admitía. ¿El podio más bonito de la historia de esta carrera? “Sobre todo, porque estoy en él”, decía tras alzar los brazos. No puso las mejores pinceladas, pero firmó el cuadro. Y de eso va el deporte.

La lluvia hacía acto de presencia en los primeros kilómetros de la obra de arte. O de la película. Como en la reciente, alocada y emocionante Brujas-La Panne; como si el recorrido, duro de por sí, necesitara más alicientes. Viva la primavera, viva Bélgica. 204 kilómetros con 2.133 metros de desnivel repartidos en 17 cotas. Entre ellas, Paterberg y Oude Kwaremont, pero en sentido inverso a ‘De Ronde’. Adoquines, subidas, llanuras, ataque va y ataque viene. Mathias Norsgaard, iniciando una jornada espléndida del Movistar (Matteo Jorgenson, que hasta lo intentó en solitario, fue cuarto e Iván García Cortina, quinto), conseguía meterse en una fuga para creyentes. Desde arriba, caían gotas; desde atrás, se avecinaba un chaparrón. El UAE y el Jumbo asumían el control desde el inicio, resguardando su pólvora; Van der Poel, sin miramientos, lanzaba el primer petardazo. También el segundo. Bestialidad en dos actos. El primer capítulo era suyo; el segundo, de Pogacar. El definitivo, de Van Aert, que renunció al papel protagonista en los anteriores.

El contacto con el pavés activaba el lado animal del neerlandés, que necesita poco para aparecer. “Espero caos y tensión”, había anticipado Pogi en la línea de salida. Y la entropía hacía acto de presencia en el Taaienberg. Van der Poel, con un cambio de ritmo seco, de los suyos, conectaba con los fugados, dejando atrás incluso a su compañero Dries De Bondt, y provocaba el primer gran corte de la carrera. Van Aert o Laporte le seguían; Tadej, amagando con la sorpresa, se quedaba. Antes de llegar a Berg ten Stene, calma. Los grupos volvían a reunificarse. Justo después de Eikenberg, a 57 km de meta, nueva explosión. Mathieu de nuevo. Y Wout a rueda. Esta vez, sin embargo, Pogacar sí completaba el tridente llamado a disputarse la victoria. Con ellos, Van Hooydonck (Jumbo), Kragh Andersen (Alpecin) y Matej Mohoric (Bahrain). Los de San Remo reunidos. Menos Filippo Ganna y con invitados de lujo. Por poco tiempo.

La clasificación final de la E3 Saxo Classic.

El plan de Van Aert

Cambio de protagonista. Fuera secundarios. Nuevo capítulo. Un serial que se repone constantemente: Pogacar, al ataque. Un éxito asegurado. A 43 km de meta, acelerón del esloveno en Paterberg. Y poco después, en Oude Kwaremont. Con Flandes, uno de sus grandes objetivos de la temporada, en la cabeza. Y con el culo pegado al sillín. Van der Poel y Van Aert, de pie tras él. Nadie más. Balanceando sus largos y fuertes cuerpos, protegiendo su territorio ante un corredor que se ha propuesto conquistar también sus fueros. En el caso del belga, con más apuros, a punto de ceder en varios puntos, pero firme hasta el final. Hasta cruzar la meta. Los tres vigilándose, como si no se conocieran, y hasta coordinados, tirando los bidones al mismo tiempo. “Sin hablar”, como revelaba Wout. Por detrás, Mohoric, Cortina, Jorgenson y Küng impidiendo la relajación. Imposible con Pogacar presente, que miraba atrás y era el primero en amenazar con lanzarse hacia la meta, a tres del final. A 1,3, lo volvía a intentar. En ese contexto, era el que tenía menos posibilidades. No le quedaba otra. Ya con la meta a la vista, también era el primero en saltar. Y el primero en abandonar. El mano a mano eterno, del ciclocrós a la carretera. Esta vez, para Van Aert, con el plan más sencillo, pero el más eficaz.

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