El Pirata Pogacar gana en Oropa y manda en el Giro

Una pancarta gigantesca se desplegaba en un puente, a menos de 3 km del Santuario di Oropa. Justo allí, al igual que en diferentes puntos a lo largo de la etapa, el amarillo del Mercatone Uno invadía el Giro. “La nostra emozione per sempre”, podía leerse junto a la imponente imagen vertical que homenajeaba al rey de Oropa. Su montaña, su territorio. El genuino Marco Pantani. Piel de gallina. 25 años después, quien está llamado a suceder su legendario doblete de Giro y Tour de Francia en la misma temporada, rindió el mejor tributo posible a su figura.

En esa mezcla de emociones, épica y nostalgia, emergió la figura del mejor ciclista del mundo, Tadej Pogacar. El esloveno consiguió lo que todos sabían y lo que nadie puso evitar: su incontestable victoria en Oropa, en la Montagna Pantani. Un ataque a 4,5 km de meta fue suficiente para que Pogi firmase el primer triunfo de su carrera en la ronda italiana, se enfundase la maglia rosa también por vez primera y, como colofón, entrase al club de corredores con victorias en las tres grandes vueltas (11 en el Tour, 3 en La Vuelta y esta del Giro). De Pantani a Pogacar. De leyenda a leyenda.

El pintoresco Velódromo Pietro Francone suponía el punto de partida para la segunda etapa. “¡Pistaaard!”, se escuchaba entre risas a varios corredores que afrontaron esa vuelta en la salida neutralizada por la parte alta de la pista. Muy temprano se formó una escapada de cinco corredores, con plena representación italiana: Christian Scaroni (Astana), Davide Bais (Polti-Kometa), Filippo Fiorelli y Martin Marcellusi (Bardiani) y Andrea Piccolo (EF Education). Este último, a sólo 1:07 del líder Narváez, llegó a disfrutar del liderato virtual durante gran parte del día, aunque su renta y la de sus compañeros de aventura en cabeza de carrera nunca inquietó los intereses de los favoritos. Todo bajo control.

Después de dos horas de terreno llano a un promedio superior a 45 km/h, se llegaba al tramo decisivo de la etapa. Tres puertos casi consecutivos, sí, pero los dos primeros eran un mero antipasti de un desenlace que prácticamente podía catalogarse de monopuerto. La batalla de verdad llegaría en Oropa (11,8 km al 6,2%). Si bien había alguna zona con rampas de hasta el 13%, la ascensión contaba con numerosos descansillos, aunque en conjunto sería lo suficientemente exigente como para ver diferencias entre los hombres de la general. Y las hubo…

Mientras las nubes se cernían sobre Oropa y sus alrededores, Ineos puso la maquinaria a trabajar. A bloque. Por delante, Piccolo apuraba sus opciones, pero estaba a tiro. Y entonces, ocurrió… Justo antes del comienzo de la subida, Pogacar sufría un pinchazo en su rueda delantera que le ocasionó una leve caída. Muy cerca de ahí, hace 25 años, a Pantani se le salió la cadena, detonante de su gesta. Viaje al pasado. Llegó a ceder algo más de medio minuto, pero entre que el Ineos no quiso hacer sangre y la rauda ayuda de dos compañeros, el esloveno regresó rápidamente al grupo principal. Vida gastada.

El UAE se puso al frente. Esta vez sí, en perfecta ejecución. Bjerg separó el grano de la paja, Majka encendió la mecha y Pogacar estalló. Quizás no fuese su ataque más sostenido, ni la aceleración más bestial de su extenso catálogo, pero no le hizo falta. O’Connor fue el único mortal que consiguió seguir su rueda, pero únicamente 200 metros. A partir de ahí, contemporizando el ritmo, regulando el esfuerzo, Pogi entro triunfante a la meta del Santuario, ante el delirio de la multitud. Se cumplió el guion previsto, y nada ni nadie pudo evitarlo. El ‘Pirata Pogacar’ ya es el capo del Giro.

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