Evenepoel salva el apuro

La jornada se podría haber definido, previamente, como una etapa llana con final en alto. Más o menos. Pero también había otras dificultades invisibles, esos obstáculos que no se ven en el libro de ruta. Pongamos, por ejemplo, el descenso desde la localidad de Ojén, cuando la carretera surcaba los puertos del interior de Málaga para enfilar hacia el mar, dirección a Marbella y a Estepona, donde esperaba la cumbre de Peñas Blancas. En esa bajada saltó la alarma a través de Radio Vuelta: “Caída del líder”. Remco Evenepoel rodó por los suelos en el deslizante asfalto andaluz. El accidente vino a recordar que el belga también padece su talón de Aquiles, que las bajadas no son precisamente su fuerte. La ronda española ofrece menos descensos este año que en otras ocasiones, que en otras carreras… Pero sí las suficientes, a veces escondidas, para que el maillot rojo se pegue un buen susto.

Evenepoel no sufrió heridas físicas relevantes, al menos a primera vista, salvo un raspón evidente en la pierna derecha. Quizá sean más profundas las que puedan hacer resurgir algunas de sus inseguridades, la debilidad que emergió tras su grave lesión en el Giro de Lombardía de 2020. El tiempo lo dirá. Los compañeros del Quick Step esperaron al jefe. Y sus rivales, con la carrera todavía sin lanzar, no quisieron hacer sangre de una circunstancia accidental y ralentizaron el ritmo para esperar al patrón de La Vuelta. Si hay que batirle, que sea en buena lid. Cara a cara.

Y eso decidieron precisamente sus oponentes. Que era el día para tantear a Evenepoel, por lo que pudiera pasar. Hasta aquí se había mostrado intratable, es verdad. Pero había sufrido una caída. Y, además, nunca ha competido tantas jornadas consecutivas, desde ahora es terreno inexplorado para Remco. Si no pruebas, no desenmascaras. Si no atacas, no ganas. Así lo debió pensar Primoz Roglic, que puso al Jumbo a trabajar en las inmediaciones de Peñas Blancas. Y así lo pensó también Enric Mas, que saltó en las pendientes andaluzas. Mas también sabe enseñar las garras. No pudo despegar al líder, que se defendió con la misma solvencia que otros días se lanzó al ataque. Pero había que intentarlo. Los hombres fuertes del pelotón resistieron el desafío. Juan Ayuso volvió a entrar delante, magnífico. Y Carlos Rodríguez cedió 11 segundos al final, no es grave.

Un poco antes de aquella caída de Evenepoel, en Monda, Samuele Battistella había abandonado la compañía del grupo de 32 escapados y había tenido incluso 50 segundos de ventaja, pero volvió a ser devorado en esa misma bajada donde 11 minutos después derrapó el maillot rojo. La fuga, a esas alturas, había abierto una brecha suficiente para jugarse la victoria, para convertir la jornada en dos peleas paralelas: etapa y general. Un clásico. Entre los tripulantes de la nave había varios miembros de la nobleza ciclista, especialmente Carapaz, Kelderman, Soler, Polanc, Champoussin… y Jay Vine, el rey de la montaña. Lo esperado en la previa.

Fue una escapada pata negra, con hombres que en otras circunstancias hubieran luchado por los puestos de privilegio de La Vuelta. Y, como era previsible, deparó un ganador acorde al nivel. Richard Carapaz, campeón del Giro en 2019, impuso su calidad en la ascensión frente a otro distinguido, Wilco Kerderman, que aprovechó la aventura para meterse en el top-10 de la general: sexto a 6:28 minutos. Después de fallar en su reto inicial de pelear por el podio, de asaltar el maillot rojo, y con el suficiente tiempo perdido para no preocupar a los gallos, el ecuatoriano ha enderezado su actuación con una victoria de prestigio. Carapaz es un ganador. El campeón olímpico. Este jueves volvió a demostrarlo.