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¿Qué demonios pasa con Westbrook?

El base, a punto de cumplir 37 años, se encuentra sin equipo a pocos días de que empiece una nueva temporada en la NBA. Su futuro, tan sombrío como incierto.

MATTHEW STOCKMAN | AFP
Alberto Clemente es licenciado en Historia y Periodismo por la Universidad Rey Juan Carlos. Empezó su andadura en el periodismo en Cadena SER, donde estuvo de mayo de 2018 a enero de 2019, desempeñando sus funciones en la web, dentro de la sección de deportes. Tras dicha estancia, pasó a formar parte de As, siendo parte de la sección de baloncesto.
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Entre tanto movimiento y tanta narrativa, la gente se ha olvidado de que Russell Westbrook existe. Y de que está sin equipo, una anomalía para todo un clásico del baloncesto estadounidense. Un hombre que siempre se ha movido por matices empapados de gris y que es tan histórico como controvertido. Con una gran carrera a sus espaldas y una incapacidad manifiesta para corregir sus defectos, el base ha ido dando tumbos en los últimos años, siempre en grandes equipos, compartiendo vestuario con algunos de los mejores jugadores de la competición y sin dejar, esto siempre ha sido así, indiferente a nadie. Pero esa estrella que lleva tiempo perdiendo luz se queda sin oportunidades y, a apenas un puñado de días para empezar el curso baloncestístico 2025-26 de la NBA, no es reclamado por nadie.

No es de extrañar lo que ocurre. Ni lo sería que acabara firmando por alguien en los próximos días o en las próximas semanas. Tampoco que viéramos otro de tantos movimientos rumbo al Viejo Continente, para jugar en Europa vete tú a saber dónde. Pero los hechos son los que son y la voz imberbe del histriónico personaje no se escucha por ningún lado. Y en algún sitio tiene que estar agazapado un jugador que no quiere retirarse a pesar de que lleva a sus espaldas 17 temporadas en la NBA, un número considerable que hay que tener en cuenta a pesar de que nos encontramos en una era en la que las carreras longevas se multiplican. El base cumplirá 37 años en pocos días (el 12 de noviembre). Pero la estela de su figura se desvanece aún más de lo que estaba y no parece que vaya a tener hueco. ¿O sí?

Westbrook es lo que es, para la NBA y para el mundo, una personalidad única para bien o para mal y un jugador peculiar, muy de la segunda década (en algunas partes) del siglo XXI. Sus innumerables récords, especialmente en lo referente a los triples-dobles (es líder histórico en esta categoría) le hicieron durante una buena parte de su carrera un clásico dentro de los highlights y del aficionado pegado a las redes sociales, ese que la NBA alimenta y del que come y bebe como si no hubiera un mañana. Pero eso no es lo único de un jugador con una perseverancia física brutal, que se mantiene sano e imperturbable al paso del tiempo y que ha liderado dos veces la liga en anotación y otras tres en asistencias, ha pisado 9 veces el All Star, ha estado otras 9 en los Mejores Quintetos y es campeón olímpico y campeón del mundo con Estados Unidos. Pero luego está lo otro, claro...

Los peros de siempre

A ese base divertido y atractivo que siempre ha sido Westbrook le han acompañado una serie de inequívocos defectos que nunca han cesado y que él tampoco ha corregido. Su egolatría y narcisismo iban acorde a la actitud de las grandes estrellas de la NBA, pero sus salidas de tono han sido excesivas y los vientos de promesas de cambio se evaporaban como lágrimas en la lluvia. La capacidad defensiva del jugador pasó siempre de escasa a puramente indolente y sus problemas en el lanzamiento, siempre existentes, se han hecho más evidente en plena efervescencia de la era del triple, donde empezó a no tener cabida en los sistemas a pesar de su fama de buen tío, que lo será. Una vitola que le ha permitido seguir en la rueda y fichar por proyectos para ganar anillos.

Eso sí, esos equipos que aspiraban a todo se quedaban con él en nada, y la búsqueda de brillo individual o las protestas por ser suplente hacían de sus estancias en dichas franquicias un hecho efímero. Y no es para menos: el promedio en porcentaje de triples en su carrera apenas supera el 30% y su físico, incuestionablemente increíble, se resiente ligeramente a pesar de evitar de forma tremenda lesiones de forma constante. Y, simplemente, su forma de jugar, basada en la explosividad, la transición y la penetración, tiene ahora menos cabida que nunca, con muchachos más jóvenes y en buena forma que le frenan cuando intenta ir de fuera adentro y con menos balón que nunca en sus manos, algo a lo que no está acostumbrado y que simplemente no sabe hacer. Esperar en la línea de tres para intentar lanzamientos liberados no es la mejor opción para un hombre que parece desubicado en cualquier organigrama actual y en un baloncesto que ha cambiado demasiado. Sobre todo para él.

Una situación sombría

Desde que salió de los Thunder en 2019, Westbrook ha estado en Rockets, Wizards (donde promedió triple-doble en una temporada por cuarta y última vez), Lakers, Clippers y Nuggets. Todos eran, menos la franquicia de Washington (por eso fue en la que más estadística amasó), equipos con aspiraciones. Y en todos se fue con las manos vacías, dejando las Finales de 2012 con ese proyecto tan ambicioso como malogrado en un mero recuerdo lejano que coronó a LeBron y fue lo más lejos que llegó junto a Kevin Durant y James Harden. Con este último coincidió otra vez en Houston y en los Clippers, pero dio igual. Los achaques de la edad afectan a unos y a otros y lo que hace 10 años eran estrellas hoy son sombras de lo que en su día fueron. Menos LeBron, que va aparte de todos ellos y de cualquier ser humano. Por eso, evidentemente, es quien es.

Eso sí, mientras el resto de sus compañeros de generación siguen jugando a un gran nivel a pesar de la edad y de no acercarse a los anillos ni queriendo, Westbrook se ha ido desinflando en sistemas en los que no tiene cabida. En los Lakers, donde todavía se acuerdan de él, la cosa no funcionó de una forma ni de otra, y la última temporada en los Clippers se fraguó con apenas 11 puntos de promedio, el dato más bajo de su carrera, y unos playoffs escandalosamente malos: 6,3 tantos, un 25% en tiros de campo y un 23% en triples. Si cogemos los cinco últimos partidos (la serie acabó con un 4-2 para los Mavericks de, por entonces, Luka Doncic) se fue a un 8 de 42 en el lanzamiento. Parecía su final y entonces ya estaba alejado de los grandes contratos (se ha llevado casi 350 millones de dólares en su carrera), pero los Nuggets de Nikola Jokic le rescataron. Y fue así, aunque nadie parecía saber muy bien por qué.

La historia fue la misma, ese cuento de nunca acabar que tuvo ramalazos de lo que en su día fue Westbrook: 13 puntos, 5 rebotes y 6 asistencias de media, aprovechando las bajas en el perímetro del equipo de Mike Malone y teniendo algún que otro buen entendimiento con Joikic. Pero su toma de decisiones fue la misma que siempre y en los últimos cinco partidos de playoffs (cayeron en semifinales de Conferencia frente a los Thunder, a la postre campeones) no llegó ni a la decena de puntos. Tras ello, fue a la clandestinidad y se pensaba que todavía alguien caería en la trampa de contratar al explosivo y a la vez generoso carácter del jugador. De hecho, sonaron con ligera fuerza los Kings. Pero de momento, Westbrook sigue sin equipo. Y su historia sigue siendo una de las más apasionantes de los últimos tiempos. Por mucho que se acerque a un inexorable y triste final.

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