Nikola Jokic se da un festín

Es probable que los Nuggets se alegraran cuando vieron a los Lakers salir victoriosos del play in ante los Timberwolves. Eso que se ahorraban: un duelo a 7 partidos ante LeBron James y compañía tras un final de regular season que ha sido muy positivo para los angelinos y no tanto para los de Colorado. Y, viendo la victoria ante los Grizzlies en el primer asalto, este pensamiento se potencia. Los Lakers son probablemente el equipo más peligroso de todos los que han disputado esa especie de previa que la NBA se inventó en la burbuja y que ha llegado para quedarse. Y eso, que nadie lea lo que no está escrito, no significa necesariamente que tengan que llegar especialmente lejos en playoffs o que vayan a superar el enfrentamiento ante los Grizzlies. Pero está claro que es un rival mucho más incómodo que el que tienen delante: unos Timberwolves que llegan más cansados tras jugar dos veces en el play in (cayeron ante Lakers y superaron a los Thunder). Y que son, en esencia, peores que los Lakers. Es lo que hay.

La victoria fue la más cómoda que hemos visto en lo poco que llevamos de playoffs. Rotunda (109-80), sim paliativos, dudas sobre quién es mejor o momentos en los que puedas pensar que los Wolves tienen opciones en la serie. Mejorarán seguro (a peor no pueden ir) y darán guerra, especialmente en Minnesota; pero no saldrán de ahí. El techo de proyecto es bajo y los cambios que hicieron no les han valido para emerger en una Conferencia Oeste donde nadie ha estado brillante, pero los Wolves se han quedado por debajo de la media. Lejos queda la emocionante serie que nos regalaron el año pasado ante los Grizzlies (4-2 para sus rivales). Parece que este curso baloncestístico está en su recta final. Por mucho que su participación en playoffs sea, y esto no deja de ser curioso, la tercera desde 2004, único año en el que superaron alguna ronda en su historia (llegaron a las finales de Conferencia) con Kevin Garnett de mesías y el Target Center convertido en un hervidero. Sí que ha llovido.

El encuentro fue plácido para los Nuggets, que fueron aumentando su ventaja paulatinamente hasta el 55-44 del descanso y dejaron a sus rivales en 14 tristes puntos en el tercer cuarto que les permitió tener una ventaja máxima de 32 que al final fueron 29. Apenas hubo oposición en unos Wolves que contaron con los 18 puntos de Anthony Edwards, un poibre doble-doble de Karl-Anthony Towns (11+10), 8+13 de Rudy Gobert, 11 de Kyle Anderson o 12 de Jaylen Nowell. Poca cosa para un equipo que lanzó con un triste 37% en tiros de campo un 30% en triples y fallando, adem´s, 7 de los 16 tiros libres que intentó. Fueron apabullados en el rebote (65 a 48), recibieron 16 tantos en transición (solo anotaron 3) y no mostraron ningún tipo de actitud en pista, siempre por detrás en el marcador y sin que ello pareciera importarles. Ni siquiera Mike Conley, en su eterna sabiduría y curtido en mil batallas, pudo sacar cosas positivas: 8+4+3 en menos de 25 minutos, muy apagado y sin brillo. Igual que el resto.

En los Nuggets, que repartieron 24 asistencias como equipo, hubo un gran ejercicio de colectividad: Nikola Jokic jugó menos de 29 minutos y fue eliminado por faltas (no le pasaba desde 2019); pero, dadas las circunstancias, fue algo muy positivo para mantenerle físicamente en playoffs, y le bastó para irse a 13 puntos, 14 rebotes y 6 asistencias. Hasta 6 jugadores locales superarfon la decena de puntos, con mención especial para los 24, con 8 rebotes y 8 asistencias, de un Jamal Murray que cada veez genera mejores sensaciones. Los menos habituales pudieron jugar al final, Mike Malone se mostrós satisfecho con el trabajo de los suyos y se permitió una noche de descanso mental muy poco habitual en esta parte de la temporada NBA. Los Nuggets, recordemos, se han clasificado como primeros de la Conferencia Oeste por primera vez en su historia. Y quieren pasar de ronda. Lo bueno para ellos es que no se han cruzado en primera ronda con los Lakers, claro. Por qué negarlo. Es así.