Luka Doncic se harta de perder

Los Heat visitaron con 35 victorias a unos Mavericks que llevaban 34 antes recibir en Dallas al que fue su rival en las dos Finales que han disputado (perdieron en 2006, ganaron en 2011); Pero si los récords eran casi idénticos, las dinámicas no tenían nada que ver: de los últimos ocho partidos, los Mavs habían perdido seis y los Heat habían ganado siete. Las últimas tres derrotas seguidas, la cochambre defensiva y las carencias estratégicas en ataque, habían hecho saltar todas las alarmas en Dallas. La presión estaba en máximos para Jason Kidd y el foco no se apartaba de una pregunta que acabará corroyendo a la franquicia si no la resuelve a no mucho tardar: ¿cómo puede maximizar la excelencia de un jugador generacional como Luka Doncic?

Todo eso (las dudas, los debates, la presión) se disparó en un inicio pésimo contra un enemigo muy íntimo, un equipo que está especializado en sacar los colores de aquellos que no se remangan y compiten. Los Heat de Spoelstra anotaron seis de sus siete primeros triples, aprovecharon unos desajustes groseros en las ayudas de los Mavs y pusieron un +15 (14-29) todavía en pleno primer cuarto (se cerró en 28-36). Apuntaba a noche de cuchillos largos, a clavos (¿los últimos?) en el ataúd. Pero los Mavs, y no es poca cosa, se recompusieron, escaparon: vivieron. Acabaron ganando (114-108), jugaron tres cuartos en los que no recibieron en ninguno más de 25 puntos (¡aleluya!) y lograron una victoria crucial para, como mínimo, tomarse un pequeño respiro. Veremos qué más. Ahora están 35-28 por el 25-27 de los Heat. Récords casi idénticos para dos equipos que pretenden no jugar el play in y que por ahora lo único que saben de sí mismos es lo último que han sido: los Mavs no jugaron ni la repesca la pasada temporada, los Heat fueron finalistas de la NBA desde el octavo puesto del Este.

Un tercer cuarto monumental de Doncic

Pasaron muchas cosas, pero sobre todo pasó una: Luka Doncic. El esloveno jugó un primer tiempo (54-58) muy alejado de su nivel habitual (en ataque). Llevaba 12 puntos al descanso y 29 al final de un tercer cuarto que cerró en 17 con 5 rebotes y 5 asistencias. En total, generó 28 puntos entre anotación y pases. Y después de que un Kyrie Irving discreto en el tiro (9/19, 23 puntos) hiciera de telonero y mantuviera a los Mavs en movimiento, entró en combustión, anotó un par de triples, aceleró y dirigió una recuperación absoluta de su equipo (85-75). Que, cómo no, todavía tuvo que sufrir. El 91-83 que cerró ese tercer cuarto (justo donde se habían deshecho en los últimos partidos) muy poderoso de los Mavericks (37-25) se convirtió en un 95-97, 4-14 para abrir el último. El partido viajó a sus últimas posesiones con todo el aire, la amenaza de más miseria para un equipo local que se quitó de encima el susto y, finalmente, pareció más liberado que eufórico. Después de un triple de Doncic, otro de Terry Rozier y un fallo de Bam Adebayo cuando podía empatar (106-104), Kyrie anotó el triple decisivo a falta de 90 segundos.

Doncic está promediando en marzo 38 puntos, 11 rebotes y casi 11 asistencias. Las cosas de los Mavs lo tienen fuera de la pole positivo por el MVP, o esa es la percepción, pero parece difícil cuestionar que está tan legitimado como cualquiera para reclamar el premio. Acabó en 35+11+11 y un 7/13 en triples. Solo Stephen Curry y James Harden habían firmado una estadística así. Y lleva cinco triples-dobles seguidos de al menos 30 puntos, algo que en toda la historia solo había hecho, hasta esta noche, Russell Westbrook (en 2017, con los Thunder). Con cuatro de al menos 35 es el primero, y en todo caso volvió a ser la razón de que su equipo diera el estirón que necesitaba en el segundo tiempo. Ogra vez jugó más de 40 minutos, pero este no era un partido para poner ahí el foco. No era una noche de sostenibilidad sino una pura cuestión de supervivencia. Y todos lo tenían claro. También un Jason Kidd muy agradecido (hace bien en estarlo) a su gran estrella: “No podemos dar a este chico por seguro y normalizar lo que hace. Estamos viendo algo tan especial como Picasso, cada noche llega e inventa algo”.

Contra las cuerdas, al menos en cuanto a percepción pública, Kidd cambió el quinteto: Daniel Gafford y Derrick Jones Jr por Dereck Lively II y Josh Green. Y no tuvo miedo en buscar en la segunda parte todas las combinaciones posibles en torno a Doncic y Kyrie. Lively, Kleber y Exum estaba en pista en momentos cruciales del último cuarto, en el que el australiano (que recupera el tono físico tras una lesión complicada) anotó 7 puntos y dejó un importante esfuerzo defensivo.

Doncic lleva, en una temporada monstruosa, trece triples-dobles de al menos treinta puntos. Los Mavs han ganado siete de esos partidos (estaban 6-6 hasta esta noche). Ese es un dato que huele a chamusquina. Pero, otra vez, habrá días y situaciones (veremos cómo llega el verano) para plantear de verdad los debates y buscar soluciones profundas. Este era un partido duro, difícil, en mal momento y contra uno de los peores rivales posibles, uno de esos vampiros de la mente que absorben la energía de equipos en crisis de identidad. Con la defensa de Spoelstra, con la presencia de Bam Adebayo en las zonas, con el puñal de Jimmy Butler en cada callejón oscuro... Y los Mavs ganaron. Por una serie de pequeños éxitos y por una presencia inmensa, la de un Luka Doncic (el Picasso de Kidd) desatado en una segunda parte que bien vale una sonrisa. Tal y como están las cosas, no es poco.