Los Knicks enfrían los ánimos de los Lakers ganándoles en su casa

La Conferencia Oeste no da un solo respiro en esta temporada a los equipos que pelean en su zona media. Es hasta angustioso verlo desde fuera. Para un equipo necesitado, por expectativas y trayectoria, como son los Lakers, es todavía peor. Y cada pequeña ficha que se mueve en el tablero cambia la perspectiva de la partida. Los resultados que se habían dado el sábado se juntaron con las victorias de Thunder y Pelicans y este resbalón de los angelinos en casa y de poco sirve lo hablado el anterior viernes, lejos queda ya ese punto increíblemente ambicioso en el que se encontraba la afición de L.A. tras tres triunfos seguidos.

La lucha es feroz en esa parte del cuadro de la NBA. El haber caído ante los Knicks en el Crypto Arena deja en boca ese típico sabor a ajo, tan intenso, que repite y repite durante horas. Han desechado una oportunidad importante y ahora todo hay que volver a armarse de valor. Ham repitió alineación, sin LeBron y Bamba y sin contar tampoco con Walker o Reed, pero es que Thibodeau tuvo que reconstruir su ya de por sí corta e inamovible rotación por la baja de Jalen Brunson, tocado en el pie izquierdo. Lo ganaron los neoyorquinos. Dado cómo se llegaba al partido se puede considerar este resultado como un patinazo local.

El 108-112 se resolvió en el último cuarto, con el tirón de los Knicks y la falta de respuesta de los Lakers para contrapear. Quizá les faltó cerrar el agujero. D’Angelo Russell continuó con la inercia del partido de los Raptors, terminando con 33 puntos y sólo seis fallos en tiro, y Anthony Davis estuvo sustancialmente mejor que ante los canadienses, participando activamente y firmando 17 puntos. Los suplentes volvieron a jugar un papel interesante en el devenir de los Lakers. Entonces, ¿por qué ocurrió todo lo contrario al final? No conviene reducirlo todo a un hecho, sería caer en un error de bulto, pero es de resaltar el carácter de estos Knicks en partidos que tienen en contra (muy diferente al que tenían hacer relativamente poco) y de los que están saliendo airosos con más luces que sombras. Y ahora los de California se ven 33-35 y fuera del play-in. Sólo han pasado dos días desde que todo era vino y rosas. La realidad es cruda cuanto más cerca la tienes.

En el bando de Ham se volvieron a repetir actitudes en negativo, como la dinámica propuesta por Beasley jugando con Russell al lado, y se juntaron otras que llevaban tiempo sin ver -mala noche de Brown de cara a canasta, erró los ocho lanzamientos que intentó- con las que no habían saboreado hasta hoy -que la actividad de Vanderbilt no tuviera un efecto sanador- para que el resultado no fuera el deseado. Y tuvieron el objetivo cerca hasta que sonó la última bocina, pero esto cuenta como derrota y enfría el ánimo de la parroquia como jarro de agua fría.

Al acabar A.D. resaltó que no había hecho su trabajo. “Los chicos lo han hecho, yo no. He jugado de forma terrible. No he podido encontrar mis tiros”, relató ante los periodistas. En el último cuarto metió uno y falló tres, con 1/2 en la personal para añadir, lo que deslució su doble-doble. Pero no es la única razón de la derrota, como también señaló. Con la victoria salieron dos de los jugadores jóvenes por los que los Lakers le cambiaron en el traspaso de los Pelicans, hace ya cuatro años: Julius Randle y Josh Hart, ahora reunidos en La Gran Manzana. D’Angelo tenía aún la mano caliente del viernes, anotando 13 de los primeros 18 puntos de su equipo, pero el ala-pívot de los Knicks contrarrestó rápidamente su esfuerzo con dos 2+1 y un mate a la contra. Y el cuadro visitante se puso en +8 y lo acabó conservando durante buena parte del segundo cuarto, finalizado con un buen duelo de ex entre Russell y Randle. El jugador que marcó la clave del triunfo, si embargo, no se había mostrado mucho hasta ese momento. Barrett fue el que pegó el mejor impulso de los Knicks; sus seis puntos rompieron el empate a 93 del comienzo del último acto y su triple después de dos canastas de Toppin fue la guinda al pastel. Sólo quedaba no fastidiarlo y, ay, a punto... La crisis de los Knicks en los últimos tres minutos, donde sólo lograron una canasta en juego (y fue de R.J.), apretó el marcador. Josh Hart convirtió los dos tiros libres que liberaron de esa angustia a los neoyorquinos, traspasándosela a los Lakers para que durmieran con ella.