Los Kings acaban abrasados en el desierto

Muy poco a poco, parece que van llegando tiempos mejores al desierto de Arizona. Hasta hace no mucho el Big Three de los Phoenix Suns ni siquiera había jugado junto más allá de unos pocos minutos. Los resultados no llegaban y las dudas se acumulaban sobre un proyecto que apostaba todo o nada al presente. Sin embargo, los Suns han ganado los tres últimos partidos, que puede no sonar a gran cosa, pero visto como está siendo su temporada eso es lo más cercano a la estabilidad. Y antes de ponerse a pensar en ser la fuerza de la naturaleza que se podía imaginar de ellos en el mejor de los escenarios, lo que necesitan ahora es eso: estabilidad. Regularidad y confianza. Asentarse como grupo, como equipo. Y para eso no hay nada mejor que ganar partidos. Y más si lo haces con el subidón que da remontar 22 puntos en el último cuarto. Eso hicieron hoy para derrotar a los Sacramento Kings (119-117), a los que ya tienen a tiro de un partido en la clasificación.

El partido parecía visto para sentencia cuando quedaban 8 minutos y 22 segundos para el final y el marcador reflejaba un 87-109 favorable a los Kings. Entonces comenzó uno de esos cortocircuitos inexplicables que suceden a veces en el baloncesto, en los que un equipo que controla con superioridad manifiesta a su rival deja de meter canastas de golpe. Si a eso se le suma que quien está enfrente comienza a embocar todo lo que lanza se forma la tormenta perfecta para la remontada. Fueron minutos de locura en el Footprint Center de Phoenix. Momentos de furia de un equipo, los Suns, que demostraron tener más corazón del que a veces parece. Todo lo contrario de unos Kings que empiezan a ser sospechosos habituales en eso de perder partidos, o eliminatorias, que tienen en su manos. Sacramento es un buen equipo que juega bien al baloncesto, pero para pelear por el título no basta solo con eso. Hay que tener también una pulsión competitiva que ellos aún no han sabido sacar en los momentos importantes. Lo de hoy no deja de ser un partido de temporada regular, pero quien sabe si han despertado definitivamente a la bestia cuando la tenían a su merced un rato antes.

Kevin Durant se echó el equipo a la espalda en la remontada metiendo 15 de sus 27 puntos en el último cuarto, incluyendo los dos tiros libres a 1,6 segundos del final que daban la ventaja definitiva en el marcador. La falta se la hizo De’Aaron Fox, que momentos antes había igualado el marcador después de la primera desventaja de los Kings desde el 3-2 inicial. En la remontada, ni en el partido en general, no fueron tan importantes las otras dos patas del Big Three. Devin Booker acabó con 16 puntos y 11 rebotes, pero con un 5/14 en tiros de campo, mientras que Bradley Beal, que promediaba 30 puntos en las dos vitorias anteriores, se quedó en 13. Quienes sí fueron indispensables fueron Eric Gordon, con 13 tantos desde el banquillo incluyendo dos triples seguidos para igualar a 115 el marcador, y Grayson Allen. El escolta, polémico tantas veces por su comportamiento dentro de la pista y sus acciones al límite del reglamento, jugó quizá el mejor partido de su carrera. Igualó el récord de la franquicia de triples anotados, 9, para acabar como el máximo anotador de los suyos con 29 puntos. Pero es que hizo literalmente de todo: 5 rebotes, 6 asistencias, 2 robos y 2 tapones. Si Durant puso la clase y la calidad a la remontada, Allen añadió brega, intensidad y acierto en cantidades industriales. Y esa combinación fue todo un éxito para un equipo que quiere echar a volar.

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