La pistola encasquillada de Westbrook
Los primeros partidos del base con los Nuggets han mostrado su peor cara: mala selección de tiro, pérdidas y nerviosismo. Camino de los 36 años, la antigua estrella no cambia y sigue causando estragos allá donde va.
Para sorpresa de nadie, el papel de Russell Westbrook en sus primeros partidos con los Nuggets está siendo malo. Mucho. El base, que cumplirá 36 años (que ya son) el 12 de noviembre, dentro de apenas unos días, sigue siendo un problema perpetuo y constante que causa estragos allá donde va, poniendo en jaque proyectos y llevándolo todo al límite. Y todo con una cualidad especial, casi inexplicable: las estrellas que le piden cada verano y los entrenadores que no se atreven a sentarle. Dos combinaciones que hacen que siga en activo, alejado de los millones de antaño (algo que costó mucho que el propio jugador asumiera), pero con un protagonismo que es inversamente proporcional a su aportación. Un juguete roto y un producto tóxico al que todo el mundo quiere, pero al que nadie necesita. Y ahora, en los Nuggets, vive sus horas perdidas, un triste crepúsculo que nunca acaba y que vuelve a poner en evidencia que de donde no hay no se puede sacar.
Westbrook ha sido muchas cosas en la NBA. Líder, secundario de lujo, sexto hombre, anotador, asistente, todoterreno o correcaminos. Pero también hay muchas cosas que nunca ha sido ni se ha esforzado en ser: de ahí sus problemas constantes en defensa, ese nerviosismo en ataque que le hace tomar riesgos que acaban en pérdidas, sus dificultades en el tiro en suspensión, la selección de lanzamiento, los desastres en el triple... Las finales de Conferencia de 2016 y ese 3-1 perdido ante los Warriors acabaron con su asociación con Kevin Durant y la oportunidad perdida de un proyecto increíble que también disputó las Finales de 2012. La única estrella con la que aceptó tener un rol de segundo al mano y con la que mejor funcionó puso rumbo precisamente al equipo que les había eliminado. Y Westbrook se quedó con el corazón roto y la mente caliente, una mezcla con la que hizo gala de una furia desmedida con la que se ganó amantes y detractores, pero también una forma de jugar a la que jamás renunció, demostrando una fortaleza descomunal a pesar de los intentos fallidos.
En los últimos años, incluso en el final de su carrera, Westbrook no ha mostrado rendición en el ocaso. Algo admirable que le ha acabado por definir, pero también un problema que el inmovilismo nunca perdona: haciendo lo mismo, lo normal es que los resultados no cambien. Y así ha sido: la salida de Durant le dio la oportunidad de batir récord, lograr un MVP de la temporada, su segundo título a Máximo Anotador, liderar la competición norteamericana en asistencias en dos ocasiones con los Thunder y en otra con los Wizards... y le permitió acumular triples-dobles, su santo y seña particular, ese legado que le convierte en alguien singular pero que no significa nada. Al fin y al cabo, Westbrook no es uno de los mejores bases de la historia ni está cerca de serlo. Es un perfil físico, revoltoso, con similitudes pero menos tiro que Derrick Rose, mucha velocidad, fortaleza para aguantar golpes y una resiliencia increíble que le hace evitar lesiones a diestro y siniestro. Pero no es nada más. Y su carencia de anillos y de oportunidades en playoffs demuestran que no mejora lo que tiene al lado, condiciona mucho a sus compañeros y el estilo de su equipo y no es capaz de jugar de otra manera ni cuándo la situación lo requiere.
Westbrook lleva 199 triples-dobles en su carrera (en regular season, que es como la NBA contabiliza estos récords) y es el líder de la clasificación histórica por delante de Oscar Robertson, al que igualó el 8 de mayo de 2021 y superó dos días después. Ha promediado triple-doble en cuatro temporadas distintas, tres de ellas consecutivas. Y llegó incluso al doble-triple-doble ante los Lakers en 2019, cuando se fue a 22 puntos, 25 rebotes y 21 asistencias en un solo partido, algo que sólo consiguió antes que él un tal Wilt Chamberlain. Pero los números de videojuego no se trasladaron a los Thunder, que cayeron en tres temporadas consecutivas en primera ronda, una que no consiguieron superar ni con Paul George y Carmelo Anthony en la plantilla. El base acumulaba récords y más récords, resurgió de forma emotiva en los Wizards para seguir sumando hitos estadísticos imposibles y siguió combinando su maravillosa insistencia con el hecho de que iba cayendo en lugares que no funcionaban deportivamente con un análisis basado en que su figura no mejoraba nada y casi maldecía todo lo que tocaba. Eso sí, siempre se las arregló para ser protagonista, para bien o para mal. Casi siempre para mal, claro.
Los Nuggets, el último desastre
Alguien en Colorado debió pensar que Westbrook iba a cuadrar bien ahí. Las informaciones indican que el susodicho fue Nikola Jokic, que pidió con insistencia al base igual que LeBron James y Anthony Davis hicieron lo propio para los Lakers, un movimiento que terminó de hundir el proyecto que ganó el anillo en 2020 y que no volvió a levantar cabeza por obra y gracia de un fichaje que nadie entendió. Tampoco antes, previo a su paso por Wizards, cuando recaló en los Rockets para juntarse de nuevo con un James Harden que necesita el balón tanto como él. Una asociación que no funcionó, igual que ocurrió en Hollywood, donde el debate entre la titularidad y la suplencia fue constante y su rol en la entidad una discusión que todo el mundo tenía clara, pero que conllevaba un paso que nadie se atrevía a dar. Tras errores y horrores, del base y de la franquicia, Westbrook fue traspasado a los Jazz y acabó en los Clippers, donde cuajó una serie de playoffs maravillosa en 2023 para volver a casarse con el ridículo el curso pasado.
Y así, a trompicones, Westbrook llegó a los Nuggets, después de un segundo paso por los Jazz, una franquicia a la que ha sido traspasado dos veces y con la que nunca ha jugado. Ya con el mínimo de veterano, una asunción obligada para una estrella que ya no lo es y que se ha llevado más de 340 millones de dólares en contratos, Jokic se unió a un tío molón, que cae muy bien fuera de las pistas, con una personalidad única. Pero también un deportista que ya ni tenía la explosividad o el salto vertical de antaño y que era imposible de colocar en ningún sistema, especialmente en el de un equipo grande: excepto en los Wizards (donde mejor le fue), ha pasado (parece mentira) por tres proyectos que teóricamente optaban al anillo (Rockets, Clippers y Nuggets) desde su salida de Oklahoma. El base ha estado entre regular y rematadamente mal en todos y cada uno de ellos. y ahora, en su última gran aventura, se ha dejado de hablar tanto de un jugador del que siempre se habla. Entre otras cosas, porque ya a nadie le sorprende el nivel de Westbrook. Lo que sí causa interrogantes es qué vio Jokic en su nuevo compañero y por qué los Nuggets hicieron dicho movimiento en el contexto de un verano horrible en el que la plantilla ha empeorado (ha salido Kentavious Caldwell-Pope y no ha llegado nadie de nivel) tras el fracaso de la temporada pasada en playoffs: 4-3, con derrota en el séptimo partido en casa, en semifinales del Oeste ante los Wolves.
Los Nuggets, que han ido deshaciendo incomprensiblemente al equipo que conquistó el anillo en 2023, ya están sufriendo los desmanes de Westbrook, algo natural si tenemos en cuenta sus promedios en los últimos playoffs (6,3 puntos), sus porcentajes de lanzamiento (26%) y que promedió las mismas asistencias que pérdidas (1,7). Ahora, más de lo mismo: 10 puntos, 3,7 rebotes y 4,7 asistencias por 2,4 pérdidas. Y una selección de tiro que roza el bochorno, con un acierto prohibitivo en lo referente a un MVP: 28,8%, con el 20,8% en triples. Westbrook está en los peores números de su carrera en prácticamente todas las categorías estadísticas (puntos, rebotes, porcentajes de lanzamiento, triples) y juega 24,3 minutos por choque, una cifra que es baja para él pero alta si tenemos en cuenta que es el suplente de Jamal Murray (otro que tal baila: 16,2 puntos y un 30% en triples) y que la ausencia de su compañero le aupó a la titularidad en los últimos dos partidos, con dispar resultado en ambas victorias de su equipo: 2 de 11 en tiros de campo, 1 de 4 en triples y 0 de 4 en tiros libres para 5 puntos, 3 rebotes, 7 asistencias y 5 robos, pero 4 pérdidas ante los Jazz; 6 de 10 en el lanzamiento, 1 de 5 en tiros de tres y 8 de 10 desde la línea de personal para 21 tantos, 6 rechaces, 6 pases de canasta, 1 balón robado y 4 perdidos ante los Raptors. Lo peor es que el encuentro ante Utah no ha sido su peor actuación: en el segundo asalto de la temporada se quedó en 0 de 8 contra los Clippers, 0 de 3 en triples, 4 faltas personales y un -12 con él en pista. Horrible.
Westbrook seguirá como está, mostrando algún que otro ramalazo del que fue (22 puntos ante los Nets, con 2 de 2 en triples y 10 de 10 en tiros libres en el otro buen partido de la temporada que ha hecho hasta ahora de los siete que se llevan disputados), pero sin que eso compense los constantes estragos que pueda causar al organigrama táctico de un equipo que tiene que cambiar sobre la marcha: Jamal Murray ya no funciona, se ha perdido mucho poder defensivo y Nikola Jokic está demasiado solo: sin él en pista, los Nuggets tienen un -37 acumulado en los 54 minutos, un net rating de -31, un 28% en tiros de campo, 27 faltas cometidas por 27 canastas anotadas y 16 asistencias por 15 pérdidas. Eso sí, está Westbrook, una petición personal que viniendo de alguien de su envergadura es casi una exigencia. El base encara la recta final de su carrera sin renunciar a nada de lo que le convirtió en una estrella, pero muy lejos de serlo y ejerciendo un estilo lleno de defectos y del que ya no quedan virtudes. Un buen tío, otrora casado con la estadística y ahora pululando de un lugar a otro, dejando cada vez más atrás sus mejores días y sin que esos días se consideren tan brillantes más allá de números obsoletos que ya no repetirá. Lo que sí volverá a hacer es someter a un nuevo proyecto a su tortura particular. Su inicio de temporada con los Nuggets ha sido desastroso. Y sí, su empeño es admirable. Pero también inútil. La pistola de Russell Westbrook lleva ya mucho tiempo encasquillada. Algo que ha vuelto a demostrar. Otra vez: para sorpresa de nadie.
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