La comisionada se mete en un lío
Las jugadoras de la WNBA critican con dureza a Engelbert por su respuesta a una pregunta sobre el componente racial en la rivalidad Clark-Reese.
La diferencia entre la rivalidad deportiva y el discurso de odio parece, o debería parecer, obvia. Que la WNBA y sus protagonistas, con un alto porcentaje de jugadoras de raza negra y muchas también abiertamente homosexuales, es susceptible de recibir comentarios atroces a través las redes sociales, también es algo que se da por hecho aunque no debería ser así. Y que con más fama y más seguimiento aumenta el número de trolls y de discursos que deberían ser intolerables es otro asunto que se ha normalizado y que, por desgracia, se acaba considerando una odiosa pero inevitable contrapartida. Lo uno por lo otro.
Se supone que Cathy Engelbert, la comisionada de la WNBA desde 2019, tiene esto claro. O así debería ser. Pero en el programa Power Lunch de CNBC perdió una oportunidad fantástica para demostrarlo. Le pusieron en bandeja la ocasión para dejar claro que la rivalidad entre Caitlin Clark y Angel Reese es, en lo deportivo y lo mediático, una bendición… que tiene un reverso tenebroso. Clark, no hay duda, es una sensación generacional, una jugadora extraordinaria que está cambiando el mapa de la WNBA y ha despertado un interés enorme que se traduce en unas audiencias televisivas históricas. Es un tren al que la liga tiene se subirse, desde luego. También al de Angel Reese, otra sensación universitaria que acaba de llegar a la competición profesional y que arrastra, desde los años de Iowa y Louisiana, una rivalidad deportiva que tiene un obvio componente racial para el gran público: Clark es blanca, Reese es negra.
El presentado Tyler Mathisen expuso, en Power Lunch, el tema así: “¿Cómo puede la WNBA ir por delante en eso, cómo hay que hacer las cosas si dos de sus rostros más visibles tienen unos seguidores que se dedican en muchos casos a decirse cosas intolerables unos a otros?”. La respuesta de Engelbert fue cualquier cosa menos clara y directa en un asunto en el que parecía fácil ser clara y directa: “Ahora, las jugadoras de la WNBA son iconos culturales. Eso implica que hay muchísima atención puesta en ellas. Ya no hay apatía, a todo el mundo le mueve. Es un poco como la rivalidad Magic Johnson-Larry Bird, si vuelves a 1979. Cuando esos dos rookies llegaron a la NBA con una rivalidad universitaria ya creada, y uno era negro y el otro blanco. Ahora es algo parecido. Claro que ahora el panorama es diferente por las redes sociales. Siempre les digo a las jugadoras que ignoren lo que les dice la gente a la que no le han preguntado qué piensa. Pero lo que está claro es que en deporte necesitas rivalidades. Eso hace que mucha gente vea los partidos. Quieren ver partidos con trascendencia entre rivales de verdad. No quieren que todo el mundo sea agradable con todo el mundo”.
Desde luego, la WNBA está viviendo un crecimiento que, veremos dentro de unos años, podría ser en el futuro recordado como un punto de inflexión similar al que vivió la NBA cuando llegaron Magic y Bird a Lakers y Celtics después de la histórica final universitaria entre Michigan State e Indiana State. Pero entonces, efectivamente, no había redes sociales y deportistas extremadamente jóvenes no estaban tan expuestos a discursos de odio e insultos que, en el caso de la WNBA, tienen mayoritariamente que ver con cuestiones de raza y orientación sexual, además del simple hecho de ser mujeres y deportistas profesionales. La propia Reese (22 años, como Clark) ha reconocido que lidiar con este entorno es un problema para ella desde la universidad.
El discurso tibio de Engelbert ha provocado una ola de críticas que han puesto a la comisionada en el lugar más difícil, seguramente, en el que ha estado desde que ocupa el cargo. Estos son algunas de las muy importantes voces que han sido extremadamente críticas:
Terri Jackson, directora ejecutiva del sindicato de jugadoras: “Esta es la respuesta que la comisionada tendría que haber dado cuando le preguntaron por los insultos racistas y misóginos que reciben las jugadoras: ‘no hay lugar posible en el deporte, o en la vida, para este lenguaje racista, vil y de odio, ni para los comentarios homófobos y los ataques misóginos que reciben nuestras jugadoras en las redes sociales’”.
Brianna Turner (Chicago Sky): “Me opongo a toda forma de discriminación, odio y prejuicio, especialmente en el mundo del deporte. Hay que rechazar la intersección de deporte y racismo, ninguna plataforma es lo suficientemente grande o lo suficientemente pequeña para no hacer lo correcto. No hay excusas”.
Chelsea Gray (Las Vegas Aces): “Creo que ha hecho un flaco favor a la mayoría de la gente de esta Liga por no referirse a lo que tienen que ver y lo que consumen las mujeres negras que forman parte de ella. Básicamente ha dicho ‘sí, barremos debajo de la alfombra el hecho de que el racismo es aceptable’ sin afrontarlo y hablar directamente de ello. Y eso es hacer un trabajo muy pobre”.
Alysha Clark (Las Vegas Aces y una de las vicepresidentas del sindicato): “Todo ha dado un giro muy oscuro en cuanto al tipo de comentarios y el odio que estamos recibiendo las jugadoras, y eso no está bien. Y habría querido que Engelbert hubiera dicho eso, que no está bien”.
Kelsey Plum (Las Vegas Aces, vicepresidenta primera del sindicato): “Es obvio que hay una diferencia entre la rivalidad deportiva y el racismo. Una gran diferencia. Nuestras mujeres tienen los pies en el suelo y una gran perspectiva vital. No creo que haya representado lo que es esta Liga. Si te fijas solo 30 segundos, vas a ver el grupo de gente más inclusivo, cariñoso y compasivo”.
Breanna Stewart (New York Liberty): “Vi la entrevista y he hablado con Terri y el sindicato. Es decepcionante por el obvio crecimiento que ha habido en cuanto a número de aficionados, sobre todo por la llegada de Caitlin y Angel, que además ha llevado el tema racial a un nuevo nivel. Y en nuestro deporte no debería haber lugar para eso. Y no hay más. Queremos una competición inclusiva en cuanto a razas, géneros… un lugar donde la gente pueda ser ella misma. Así que nos habría gustado que Cathy hubiera usado su plataforma de otra manera y hubiera dicho que ya es suficiente”.
Ante esta ola de críticas, Engelbert rectificó en X, pero en general se ha considerado otro movimiento blando, un mensaje enlatado y para muchos, decepcionante: “Durante una entrevista reciente, me preguntaron por el lado oscuro de las redes sociales y los debates online sobre las rivalidades en la WNBA y la raza. Y quiero dejar claro que no hay lugar, de ninguna manera, para el racismo y el odio de ninguna clase en la WNBA y en ningún otro sitio”. Desde luego, y a la vista de la temperatura que la polémica ha tomado, no ha sido suficiente. Así que la comisionada tiene trabajo por delante para recuperar la confianza de unas jugadoras que viven, sí, en su mejor momento de popularidad gracias en gran parte, sí, a la llegada de Clark y también (para el gran público) a su rivalidad con Reese. Pero que, y también es terriblemente obvio, no tienen por qué tolerar los prejuicio y el discurso de odio y necesitan que su Liga, y su principal dirigente, hagan un mejor trabajo de protección y, como mínimo, de comunicación”.
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