James Harden, el rey sin corona
El escolta ha metido 35 o más puntos en tres de los últimos seis partidos, lo que ha devuelto memorias de una época en la que ‘La Barba’ dominó la NBA.
La NBA ha vivido una semana especial. A pesar de que Los Angeles Clippers son un completo desastre (4-11), hay un hombre que ha decidido llevar a cabo una misión en solitario. Durante los último siete días, James Harden ha viajado en el tiempo al pasado; tal y como lo hacía Marty McFly hace 40 años en Regreso al Futuro. En su particular aventura, el escolta americano ha elegido un espacio temporal muy concreto; un momento en el que ‘la barba’ aterrorizaba por completo a cualquier defensa de la liga: Harden era la mayor amenaza ofensiva de la mejor competición de baloncesto del mundo.
Comenzó su decimoséptima temporada en la liga de forma ordinaria, aunque con buenos números. El punto de inflexión fue su último partido ante los Suns, donde firmó su marca más baja de la temporada con 13 puntos. En el choque anterior a ese, también contra Phoenix, no jugó; estaba preparando un plan, un mal partido que sirviera como excusa para probar su invento; una máquina del tiempo. El resultado fue inmediato: 35+10+11 ante los Hawks, 41+14+11 contra Dallas y 37+7+8 en Boston. Durante los últimos seis partidos ha liderado la competición en la suma de puntos, rebotes y asistencias; y se unió a Michael Jordan y Kobe Bryant en la exclusiva lista de exteriores con 28.000 puntos en su carrera. El que fue MVP de la NBA en 2018 ha vuelto a su mejor nivel, uno que tardó bastantes años en llegar desde que un joven zurdo sin apenas barba aterrizó en la liga.
Comenzó su carrera en una franquicia nueva, una que se había creado prácticamente al unísono de su llegada a la NBA, con tan solo un año de diferencia. En 2008, los míticos Seattle Supersonics se trasladaron de ciudad y cambiaron su nombre: se convirtieron en Oklahoma City Thunder. Al año siguiente, seleccionaron a Harden en el tercer puesto del draft, y comenzó lo que casi se convierte en una historia perfecta. Si solo se miran los resultados, un ‘casi’ equivale a la nada, pero la huella que dejó ese equipo es prácticamente imborrable.
No uno, ni dos, sino tres futuros MVP se juntaron en Oklahoma; Russell Westbook y Kevin Durant lideraron a un joven equipo que causó una gran tormenta en el NBA. Harden salía de sexto hombre en un rol clave. En su primer año en la liga, los Thunder dieron la vuelta su anterior récord: de un 23-59 que les dejó penúltimos de conferencia a un 50-32: +27 victorias con la adquisición del escolta, que les sirvió para colarse en los playoffs después de cuatro años de reconstrucción.
El crecimiento fue exponencial; tanto el de su de barba como el de su juego. En su segundo año, Oklahoma se quedó a las puertas de las finales (cayeron 4-1 en las finales de conferencia ante unos Mavericks que terminarían siendo campeones). El aroma de la victoria creció en el último año: en su tercera temporada en la liga (2011-12), Harden promedió 16,8 puntos por partido en 31 minutos por encuentro, y terminó ganando el premio a mejor sexto hombre del año. Era el mejor arma desde el banquillo de toda la liga. Los Thunder devolvieron la ilusión a su ciudad, y esta vez sí consiguieron llegar a la batalla final; LeBron, Wade y Bosh esperando al otro lado.
La realidad batió al sueño. Los Heat fueron demasiado rival para unos jóvenes a inexpertos Thunder (4-1), y el cuento perfecto del equipo construido desde el draft se desvaneció ante la ira del ‘Rey’, que consiguió su primer anillo después de casi una década intentándolo. Ese verano, Harden tomó una decisión; un camino en solitario. El lobo se separó de la manada, y su traspaso a Houston en verano de 2013 marcó el comienzo de una metamorfosis: la creación de un superjugador que nunca saboreó la gloria.
‘El sistema’
Los Rockets le ofrecieron a Harden algo que nunca había experimentado. La barba, que fue creciendo de forma lenta pero segura; como un bosque frondoso, se convirtió en la opción principal en ataque por primera vez en su carrera. Un cóctel perfecto; 26 puntos por partido y su primer all-star. Llevó a Houston a sus primeros playoffs en cuatro años, donde cayó, paradójicamente, ante su exequipo: Durant y Westbrook no perdonaron el abandono; qué irónica puede llegar a ser la vida.
La historia se repitió al año siguiente: 25 de media, all-star y vacaciones después de la primera ronda. En la temporada 2014-15 llegó un dolor de cabeza inesperado y duradero; Stephen Curry apareció en la vida de ‘la barba’ y se convirtió en su peor pesadilla. El ‘chef’ fue verdugo dos años consecutivos (4-1 en ambos enfrentamientos); Los Warriors dejaron a Kevin McHale sin trabajo. En su lugar llegó Mike D’Antoni, un entrenador que implementó un sistema radical de juego que estuvo muy cerca de llevar a Harden a su primer anillo.
Nació el ‘hardensistema’. D’Antoni se dio cuenta de que tenía un jugador con capacidades anotadores superioras al resto de los mortales, y decidió tomarse la vida como si fuera un videojuego. Cuatro jugadores abiertos, con las esquinas de la pista bien ocupadas, y Clint Capela esperando debajo del aro; carta libre para James según su voluntad. Mike buscó alegría, diversión; un juego rápido y dinámico donde la intuición pese más que el pensamiento. El impacto fue inmediato: el nuevo base se convirtió en el segundo máximo anotador de la NBA (29,2) y en su mayor asistente (11,1). La ironía volvió a hacer de las suyas, y el único jugador que le sobrepasó en la carrera por el MVP fue su excompañero Russell Westbrook, que completó una temporada histórica después de haber sufrido la mayor traición de la historia del baloncesto reciente. Popovich destrozó las aspiraciones de postemporada de Houston, pero la semilla ya estaba plantada.
Con la miel en los labios
La 2017-18 fue una temporada histórica para James Harden y sus Rockets. Los de D’Antoni incrementaron en 10 su número de victorias (65-17) y James recibió el primer y único MVP de su carrera. La trilogía de Oklahoma se había completado: cada miembro de su trío de oro ya contaba con un premio al mejor jugador de la temporada. En las finales de conferencia de los playoffs tuvo lugar una batalla épica; Curry en el otro lado por tercera vez, aunque mejor acompañado. Se enfrentaron los dos mejores equipos de la liga, en un duelo que estuvo a la altura de las circunstancias. La igualdad fue máxima; nadie pudo tirar de la cuerda más que el otro: 3-3 y todo por decidir en Houston.
En el séptimo partido, los 32 puntos de Harden no fueron suficientes para los 61 que combinaron Durant y Curry. Los Rockets dominaron la primera parte, pero en el tercer cuarto ocurrió el desastre de los locales; 27 triples fallados de forma consecutiva. El mismo estilo que les llevó a la cima de la liga fue el que provocó su caída tan cerca del premio. La temporada siguiente: mismo enfrentamiento, mismo desenlace. 4/4 para Curry y los Warriors ante Harden; parecía imposible que esos Rockets fueran a ganar un anillo.
Sin embargo, durante ese año, antes de volver a caer ante los de San Francisco en playoffs, ‘la barba’ hizo historia en la NBA: protagonizó una de las mejores rachas anotadores que se han visto nunca en la liga. Durante 41 partidos seguidos, James Harden promedió 40 puntos por encuentro. Para poner esta hazaña en contexto, un promedio de 40 puntos durante un solo mes solo ha ocurrido 16 veces en la historia de la competición; Harden mantuvo este ritmo durante tres. Algo histórico, inigualable, que volcó por completo al mundo del baloncesto.
“¡Está promediando 40!” Una frase que Stephen A. Smith, atónito ante el acontecimiento, gritó con efusividad en su programa de ESPN; la convirtió en el símbolo del hito de James. Nada podía parar a la superestrella de los Rockets. Los equipos intentaron todas las medidas posibles, hasta las más surrealistas: presionar con dos jugadores, cubrir solo su lado izquierdo, defenderle por detrás para evitar su letal step back; Nada funcionó. James Harden era simplemente imprable. Acabó la temporada con 36,1 puntos de media, y en la siguiente no bajó su ritmo: 34,3. Lo que nunca llegó en su etapa en Houston fue el ansiado anillo. Nueve temporadas después y tras varios meses de relación rota, en enero de 2021 llegó el divorcio, y ‘la barba’ se mudó a Brooklyn.
La eterna maldición
En ocasiones la historia se repite. Un proyecto fracasa, pero tiempo después se vuelve a intentar, confiando en un cambio de planes del destino; la realidad a veces es más simple que cualquier sueño. Este fue el caso de Harden en Brooklyn Nets: se volvió a juntar con Kevin Durant, y la sombra de un joven Westbrook se manifestó en Kyrie Irving. Un auténtico equipazo, un nuevo big-3 aspirante a todo, y una nueva oportunidad para un hombre que seguía corriendo con la esperanza de alcanzar el arcoíris.
Después de un segundo puesto en temporada regular y una barrida a los Celtics, los Nets daban miedo. Llegó un enfrentamiento que ya ha pasado a la historia, ante los Bucks de Giannis Antetokounmpo. Brooklyn empezó dominante (2-0), pero en el cuarto partido, la mala suerte atacó sin precedentes; Irving cayó lesionado, y con él el dominio de los Nets. Aún así, Durant y Harden estiraron la batalla hasta el séptimo partido, pero no hubo luz al final del túnel. En la última jugada del partido, Milwaukee ganaba de dos; Kevin Durant recibió el balón, y metió un triple imposible tras girarse ante P.J. Tucker a falta de un segundo. La revisión dictó la sentencia: el pie de Durant rozó la línea, el triple se convirtió en un tiro de dos, y los Bucks se lo llevaron en la prórroga. Una vez más, la ‘barba’ se quedó a las puertas de la gloria.
Tampoco su etapa en Philadelphia funcionó. Daryl Morrey, presidente de operaciones de los 76ers y alguien que ya había trabajado con Harden en los Rockets, vio una gran idea en juntarle con Joel Embiid. Un proyecto que se veía con buenos ojos sobre el papel, pero que se terminó convirtiendo en un cóctel explosivo, un fallo de laboratorio, una etapa para olvidar. En playoffs, una nueva derrota fea en un séptimo partido; ya era la tercera vez con tres equipos diferentes, en una actuación lamentable de Harden ante los Celtics. El jugador que había durado una temporada y media en Brooklyn repitió su tiempo de estancia en los Sixers. La paciencia se había agotado por todos los lados.
Y el último capítulo de esta trágica historia, Los Clippers. La temporada pasada, una nueva actuación para olvidar en un séptimo partido de playoffs, esta vez ante los Nuggets. La realidad es que James Harden nunca ha sabido cerrar sus ciclos. Siempre ha buscado salidas de forma caprichosa, con la exigencia de las mayores comodidades posibles y únicamente para su propio beneficio. Pero el escolta lleva 17 temporadas en la NBA y continúa jugando a un nivel de élite; hay cosas que son innegables hasta para los más críticos. No culmina, nunca lo ha hecho, pero en casos como este solo queda disfrutar del camino sin esperar nada del resultado.
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