HOUSTON ROCKETS

Houston no despega: el problema de no tener mentalidad ganadora

Los Rockets vuelven a ocupar las últimas plazas del Oeste a pesar de los jugadores jóvenes talentosos que han llegado a Texas en los últimos años.

Ed SzczepanskiUSA TODAY Sports

Cada temporada, la NBA trae una nueva sorpresa al espectador. Jugadores que vuelven a ser relevantes, equipos que van contra lo establecido e inclusos entrenadores que silencian críticas. A su vez, como en la vida, hay cosas que, por mucho que se intente, no se pueden cambiar. Este es el caso de los Houston Rockets y, quizá, el equipo con menos mentalidad ganadora en toda la liga.

Cuando un proyecto cae, otro resurge con el paso de los años. El proceso de reconstrucción de los Rockets tras la salida de James Harden el pasado 13 de enero de 2021 rumbo a Brooklyn no ha terminado de asentarse. Rafael Stone, mánager general de la franquicia, ha dibujado una difuminada hoja de ruta a seguir, llena de tachaduras y borrones. Si la propia directiva no sabe hacia dónde ir, el equipo está condenado a sufrir la misma historia cada noche en la pista. El futuro en Houston no es esperanzador. El túnel es tan largo que no se ve ni un atisbo de luz.

La franquicia que fuera campeona en 1994 y 1995 con Olajuwon como estrella, firmó sus mejores resultados de las últimas dos décadas en 2015 y 2018, cuando sucumbieron en Finales de Conferencia ante unos Warriors que se alzarían con ambos campeonatos. El ya mencionado Harden lideraba a un equipo letal que, bajo la tutela de Mike D’Antoni, era una amenaza constante desde el triple. Chris Paul, Eric Gordon, Trevor Ariza, Nenê o Clint Capela, entre otros, eran secundarios de lujo de una de las pesadillas de la NBA. El conocido 7 seconds or less que el técnico implementó en los Phoenix Suns de Steve Nash se actualizó y mejoró en Texas. La máquina estaba engrasada a la perfección.

James Harden y Clint Capela durante las semifinales de Conferencia de los Playoffs de 2018Tim WarnerAFP

Tras ello, no pudieron igualar la marca en la postemporada, quedándose en segunda ronda las dos temporadas siguientes. El aire de revolución y transformación sobrevolaba Houston. La actitud pésima del ahora escolta de los Sixers, forzando su traspasos sobrepasando límites que no enseña el deporte, ayudó a acelerar una metamorfosis que cogió a todos desprevenidos. Los Rockets, que habían llegado a playoffs ocho temporadas consecutivas, tenían que volver al barro.

Varios equipos habían plasmado cómo hacer de manera correcta el denominado tanking en las campañas anteriores. Dos años después de que la franquicia tejana intentase emularlo, el resultado no ha podido ser peor. La involución ha superado al progreso. Las dudas no solo no se han aclarado, sino que han crecido. No vale con tener jóvenes talentos, con relevancia en la NCAA, Europa y FIBA, sino que hay que crear una filosofía, una teoría que luego llevar a la práctica. Cuando las ideas se mezclan, no se llega a un punto común.

Y esto ha ocurrido en varias facetas. Eric Gordon, el único superviviente de “la vieja guardia”, sirve como mentor de unos jóvenes desorientados. A pesar de ser un equipo con poca experiencia, ya existe una jerarquía dentro del vestuario, relacionada con el potencial. Alperen Sengun, pieza clave de Turquía en el pasado Eurobasket, Jalen Green, exjugador de Ignite y número dos del Draft de 2021 y Jabari Smith, flamante número tres de la pasada gala, son los líderes del nuevo proyecto.

Antes de pasar a los secundarios, merece la pena centrarse en los protagonistas. Es curioso que, cada uno de ellos, ha elegido un camino distinto para llegar a la NBA. Sengun, de tan solo 20 años, fue elegido MVP de la liga turca con la camiseta de Besiktas cuando tenía 18. Sus promedios de 19 puntos, 8,7 rebotes, 2,7 asistencias, 1,6 tapones y 1,3 robos de balón le sirvieron para ser elegido mejor jugador de una de las mejores competiciones europeas. Posteriormente sería seleccionado en la posición 16 en la misma gala que Green (2º) Garuba (23º) y Josh Christopher (24º).

Alperen Sengun (Houston Rockets) ante Los Angeles Lakers Kirby LeeUSA TODAY Sports

Su importancia en la selección otomana ha ido de menos a más. Llegó al pasado Eurobasket como uno de los jugadores a seguir y salió como una de las grandes estrellas del torneo. Su presencia interior, junto a Sertaç Sanli, pívot del Barça, y la baja de Mike James le permitieron destacar a nivel individual. Turquía perdería ante Francia en octavos de final.

El caso de Jalen Green es algo más curioso. Fue el primer jugador firmado por Ignite y el pionero en elegir otro camino diferente a la NCAA dentro del baloncesto americano. La G League creó este equipo con, por aquel entonces, sede en Walnut Creek (California), la intención de atraer joven talento. El escolta firmó un contrato de una temporada y 500.000 dólares. Esta retribución no podría percibirla en el baloncesto universitario. Abrió la puerta a los siguientes en formar parte del equipo ahora asentado en Henderson (Nevada) como Jonathan Kuminga, Dyson Daniels, Jaden Hardy o ‘Scoot’ Henderson, que peleará el número uno del Draft 2023 con Victor Wembanyama.

Jabari Smith fue el más convencional de todos. Su buena temporada en la universidad de Auburn le catapultó a ser el favorito en las quinielas para ser el número uno del pasado Draft. Finalmente fue escogido en la tercera posición. Sus expectativas, hasta ahora, le han superado. No está mostrando el nivel esperado, salvo destellos en defensa y quizá una buena actuación desde el triple. Ocurrió lo mismo con Green la pasada temporada, que no consiguió mostrar un buen baloncesto hasta el mes de marzo.

Jabari Smith (Houston Rockets) celebra una canasta ante los Sacramento KingsSergio EstradaUSA TODAY Sports

Quizá sea azar, pero la narrativa invita a pensar que no es casualidad. En un equipo donde no se busca competir, donde no hay una línea que defina hacia dónde se quiere llegar, las piezas no encajan. Es a su vez curioso que jugadores, a priori con menos importancia, como Jae’Sean Tate (alero que estuvo jugando en Bélgica y Australia), Tari Eason (recién llegado de la universidad de Luisiana State), Usman Garuba y Kenyon Martin Jr muestran la garra y entrega que sus talentosos compañeros no han exhibido.

Cabe mencionar que Kevin Porter Jr, base titular del equipo, se encuentra entre ambas categorías. Aún con 22 años, el exjugador de Cleveland ya tiene historia en la liga. Su cabeza poco amueblada no acompaña al enorme talento que tiene en las manos. Sin llegar al escalón de los tres anteriormente mencionados, es más que importante para los intereses de Silas. El experimento de backcourt con Jalen Green ha salido, de momento, de manera irregular, salvo contadas ocasiones. De su regularidad depende el crecimiento de Houston a corto plazo.

Usman Garuba (Houston Rockets) celebra ante los Minnesota TimberwolvesTroy TaorminaUSA TODAY Sports

Precisamente el técnico de 49 años, es uno de los focos de atención de la crítica. Comenzando su tercera temporada al frente de los Rockets (primera experiencia como entrenador principal tras prácticamente dos décadas como asistente, Stephen Silas no ha dado con la tecla. El poco interés que genera Houston le salvan de aún más críticas, pero quizá no sea el idóneo para tener las llaves del nuevo proyecto.

El conjunto tejano tiene potencial en los banquillos más cerca de lo que cree. Mahmoud Abdelfattah, entrenador campeón de la G League la pasada campaña con Rio Grande Valley Vipers, el filial, y ahora asistente de Silas, tiene papeletas para sustituirle si la cosa va a más. Abdelfattah se convirtió en el primer técnico musulmán y palestino en conseguir un título en el baloncesto profesional americano.

Precisamente en Vipers, su filial, está destacando TyTy Washington, el base ex de Kentucky que presenta una figura diferente que aún no tiene Houston y que, de momento, se está desfogando en la liga de desarrollo. Buen anotador y organizador, comprometido en defensa y jugador coral. Garuba, tras un buen Eurobasket, comienza a aparecer en la rotación poco a poco (16 minutos por noche) y con una importancia de menos a más.

La pasada temporada fueron el peor equipo de la NBA (20-62), y este año van camino de repetir la gesta. Ni con un número dos y tres de Draft han conseguido avanzar ligeramente en un Oeste cada vez más competido. Equipos como Oklahoma (que no puede disfrutar de Holmgren esta campaña), Orlando, Indiana o incluso San Antonio han mostrado una mejor imagen con igual o menor potencial de futuro. El problema quizá no tenga que ver con el nivel de los jugadores, sino en la mentalidad del equipo.

Sin un rumbo fijo, los Rockets están destinados a vagar por el desierto sin encontrar un oasis cercano, una buena noticia que les haga ver que van por el camino correcto. Los jugadores llegan, pero el grupo no se crea. Puede ser que el problema venga desde la directiva, o que el entrenador no saque lo mejor de cada uno o de los propios jugadores que no encuentran motivación. El contratiempo viene cuando, llegue el talento que llegue, el equipo no está preparado para competir. El caos predomina sobre el orden, y esa es la principal preocupación de una franquicia que no tiene mentalidad ganadora.

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